Cardenal Agustín García-Gasco, el azote púrpura de Zapatero
Junto a Rouco, lideró la resistencia de la Iglesia al Gobierno socialista
El catolicismo español perdió esta mañana a uno de sus prelados más combativos. Se trata del arzobispo emérito de Valencia y ex secretario general de la Conferencia Episcopal, cardenal Agustín García-Gasco. Fue encontrado muerto en su cama de la residencia romana de las religiosas Obreras de la Cruz, que le acogían cada vez que iba a Roma. El cardenal debía acudir al Vaticano para participar en la ceremonia de beatificación de Juan Pablo II. Alertada por su ausencia en el desayuno, una monja acudió a la habitación del prelado para despertarlo, pero lo encontró muerto, al parecer por un infarto. Tenía 80 años.
De presencia física vistosa ("Paul Newman a lo divino", decían sus admiradores), García-Gasco ganó en 2007 para la archidiócesis de Valencia una distinción cardenalicia inesperada, encumbrado por Benedicto XVI por la exitosa organización en esa ciudad del V Encuentro Mundial de las Familias, que facilitó la primera visita triunfal del papa Ratzinger a España. Fue una sorpresa, porque el prelado ya había superado la edad de su jubilación y Valencia solo había contado en su historia con cinco cardenales. También era un premio a su actitud combativa ante un Gobierno, el presidido por Rodríguez Zapatero, al que Roma tachaba entonces -y sigue tachando- de laicista radical y anticristiano. García-Gasco, junto con los también cardenales Antonio María Rouco y Antonio Cañizares, formaba parte del grupo de resistencia a ese Gobierno, frente a una actitud más dialogante del presidente de la Conferencia Episcopal en aquel momento, Ricardo Blázquez, hoy arzobispo de Valladolid.
Murió en Roma, adonde acudió a la beatificación de Juan Pablo II
Presidió la Conferencia Episcopal entre 1988 y 1993
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, acusó a García-Gasco y Rouco de ser los responsables de los ataques lanzados contra el Ejecutivo durante la concentración en "defensa de la familia" celebrada en Madrid en diciembre de 2007 y a la que acudieron 160.000 fieles. En el acto, García-Gasco auguró "la disolución de la democracia" si proseguía "la cultura del laicismo radical": un "fraude" que "no respeta la Constitución" y "conduce a la desesperanza por el camino del aborto, el divorcio exprés y las ideologías que pretenden manipular la educación de los jóvenes", en referencia a la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
Nacido el 12 de febrero de 1931 en Corral de Almaguer (Toledo), García-Gasco estudió en el seminario de Madrid-Alcalá y fue ordenado sacerdote en 1956. Como no era un estudiante vulgar, sus superiores decidieron que debía ampliar la formación, facilitándole el ingreso en la Universidad Pontificia Comillas para licenciarse en Teología, en 1969.
En sus orígenes eclesiásticos no fue un hombre conservador, a la manera de otros colegas en la última etapa del férreo nacionalcatolicismo franquista. Es más, aún quedan observadores que lo adscriben al grupo liderado por el mítico cardenal Tarancón. Pese a todo, accedió tarde al episcopado. Juan Pablo II le nombró en 1985 obispo titular de Nona y auxiliar en la archidiócesis de Madrid-Alcalá del cardenal Ángel Suquía Goicoechea. El mismo Papa le nombró arzobispo de Valencia en 1992. Benedicto XVI aceptó su renuncia por edad en 2009.
En la Conferencia Episcopal Española (CEE) fue secretario general entre 1988 y 1993 y también presidente de la Comisión para la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora el viejo Santo Oficio de la Inquisición. Esa función coincidió con su nombramiento de cardenal, de la mano de Benedicto XVI. Era la primavera de 2007 y a su consagración en Roma acudió la ex vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega.
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