Espaldarazo a Osasuna
Un desvío a propia puerta de Stankevicius hunde a un Valencia pobre
Hace tiempo que Osasuna no acostumbra a ser el del recuerdo, el equipo fiero que ni siquiera necesitaba jugar bien para ganar e incluso al que jugando mal era difícil ganarle. Le queda algo de lo segundo, sobre todo ante equipos atenazados, como el Valencia, que asistió al Reyno de Navarra acongojado por el 3-6 de la pasada jornada ante el Madrid y con poquito toque de balón. Solo cuando Joaquín se quitaba la chistera o Mata zascandileaba por los alrededores del área parecía que el equipo de Emery tenía algún conejo escondido. Pero era un conejo con las orejas cortas, tan cortas que se merendó la primera mitad con apenas una rodaja: una llegada fallida del abandonado Soldado. A cambio, Osasuna probó a Guaita en una incursión de Camuñas que el portero repelió con las manos.
La impresión era que podía llegar la madrugada sin goles ni nada que se le pareciera. El Valencia, con Albelda y Topal jugando en paralelo, era un páramo y Osasuna, jugando en largo, era una amenaza con guantes. Pero el destino es caprichoso y, en la segunda mitad, un disparo previsible de Cejudo lo desvió la espalda de Stankevicius lejos del alcance de Guaita. Estaba claro que el gol debía llegar de espaldas a la portería.
Para Osasuna fue algo más que agua bendita, vistos los resultados de la tropa que huye del descenso. Fue la espoleta que le devolvió alguna parte de su personalidad para pelear cada balón y acelerar el partido.
Emery se quitó la armadura y comenzó a poblar su equipo de futbolistas más versátiles de los que había elegido. Ever, Aduriz y Pablo se fueron incorporando en busca de una heroica que, sin embargo, no seguía ningún toque de corneta. Era como si la exigencia de eludir el descenso fuera infinitamente superior a la defensa de la tercera plaza de la Champions, ahora amenazada por el sufrido Villarreal.
Curiosamente, el gol de Cejudo, con ayuda del defensa lituano, espoleó más a Osasuna que al Valencia. Y el público, como el equipo, perdió su personalidad y comenzó a arrojar balones al campo. Malas costumbres.
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