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Reportaje:LA ULTRADERECHA EN EUROPA

El peligro llama a la puerta en España

La ultraderecha sigue fragmentada. Pero la presencia en Cataluña de PxC, que presenta más de 100 candidaturas a las municipales, hace temer un avance del extremismo xenófobo

La denominada extrema derecha se presenta como siempre: dividida, formada por multitud de grupos, grupitos y grupetes, confundidos en ininteligibles sopas de letras". La cita no procede de ningún politólogo, sino de alguien con un largo historial en muchos de esos "grupetes" y que ahora intenta desvincularse de ellos. Ricardo Sáenz de Ynestrillas ya no es aquel joven exaltado curtido durante la Transición en bandas fascistas y otros turbios embrollos (en 1997 disparó a un hombre que se negó a fiarle cocaína) por los que acabó entre rejas. Ahora es un abogado de 55 años que además escribe libros contra los líderes de España 2000, Democracia Nacional y la ristra de Falanges que concurrirán a las elecciones municipales del próximo 22 de mayo.

La extrema derecha se presenta aún dividida "en grupos, grupitos y grupetes", según Sáenz de Ynestrillas

Bien conocida por Ynestrillas, pues de él se dice que pudo unificar y liderar esta corriente, la fagocitación ultra existe desde la muerte del dictador Franco y ha impedido durante la democracia que la extrema derecha alcance los parlamentos regionales y nacionales (exceptuando el escaño que Blas Piñar ganó en 1979 por Fuerza Nueva). El cisma sigue ahí: el desempleo, los rescates financieros, los recortes sociales y demás problemas han llevado en Europa a candidatos hace años marginales a abrazar con más fervor el discurso xenófobo para sacar rédito electoral, una ola populista ante la que España permanece todavía impermeable. "Todavía", advierte, pesimista, el sociólogo Ignacio Sotelo.

Lo más inaudito del caso español es que lidera muchos de los peores registros. La población foránea sobrepasa el 12%. El paro, el 20%. Los ajustes presupuestarios no logran reducir la precariedad, y la percepción que se tiene del inmigrante anda por los suelos (en octubre de 2009, el 77% de los ciudadanos veía "excesivo" el número de extranjeros, según un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas).

Posiblemente la mayor se asienta en Cataluña de la mano de Plataforma per Catalunya (PxC). En las elecciones municipales de 2007, y especialmente en las autonómicas de 2010, el partido de Josep Anglada, con un programa que arremete contra el inmigrante desde su prefacio, dio un susto morrocotudo al espectro político. En los primeros comicios plantó concejales en siete localidades catalanas. En los segundos, sus apoyos se dispararon, lo que les dio 75.321 votos. Para las elecciones municipales del presente mes, PxC se ha vitaminado: más de 100 candidaturas y una propuesta tan dramática como desopilante, consistente en montar una fundación que ayude económicamente a los ciudadanos afectados por la crisis, con un matiz: solo atenderá a los autóctonos. "Nada de inmigrantes, ni con papeles ni sin ellos", explica Anglada al teléfono desde su despacho en el Ayuntamiento de Vic (Barcelona), y remata: "Doy mi dinero a quien quiero".

Si PxC no sacó ningún diputado en la Generalitat, no fue por votos precisamente. Ignacio Urquizu, profesor de la Complutense, explica que si Anglada no entró en el Parlamento catalán fue "por el techo que marca la ley electoral", que exige superar la barrera del 3% . En cualquier caso, ninguna de las formaciones consideradas de extrema derecha se cuelga esta etiqueta. Incluso saltan ofendidas cuando se les plantea esta posibilidad, y algunos ni siquiera se identifican abiertamente con la derecha, como Josep Anglada, que en su juventud militó en Fuerza Nueva. "No somos de ningún signo político", advierte, y sentencia: "Somos un partido identitario y populista y nuestra misión es luchar por Cataluña". ¿Identitario? "No puede ser que los marroquíes tengan en Cataluña una natalidad mucho mayor que los catalanes; en 15 años podríamos perder nuestra identidad", afirma, en referencia a los datos del INE sobre la explotación del padrón municipal, que dan una natalidad muy superior entre las madres provenientes del país magrebí.

Para Ynestrillas, quien se define falangista y que dice que el partido con el que hoy más simpatiza es UPyD, Anglada es "un populista sin más mensaje que la inmigración". Desde España 2000, una formación cuyo pobre alcance se limita a la Comunidad Valenciana, reconocen que vieron con buenos ojos la campaña que Anglada hizo en Cataluña, y no descartan colaborar con PxC ante los inminentes comicios locales.

Con todo, en la España del paro desbocado aún no ha echado raíces una formación influyente que sea euroescéptica, ultra, radical, racista o con delirios de grandeza territorial, caso de prácticamente todos los países europeos.

"Que la extrema derecha existe es algo que está fuera de duda", razona Ignacio Sotelo. "Otra cosa es que no esté organizada como partido. Pero está a diario en platós de televisión o en periódicos

[en alusión al grupo Interecono-mía]. Lo que ocurre es que en España actúa como lobby de presión dentro del PP". El sociólogo plantea que los partidos franquistas son marginales "porque la extrema derecha no es franquista".

El vicesecretario de Comunicación del PP, González Pons, niega que en sus filas haya un número significativo de votantes de ultraderecha, y va más allá: "Los votantes de extrema derecha suelen ser exvotantes descontentos del PSOE. Es como pasó en Francia, en los suburbios de París o Marsella: Le Pen logró un increíble apoyo de antiguos votantes socialistas". González Pons piensa que la ultraderecha posiblemente conquistará el Parlamento en las elecciones de 2012. "El ultraderechista sociológico es el que más abunda, y el más peligroso. Nace con el temor a la crisis, a la inmigración". Y se explica: "En un contexto en el que las encuestas dicen que los políticos somos parte del problema, y se nos ve a los dos grandes partidos incapaces de solucionar el paro, muchos ciudadanos buscarán esa autoridad que sustituye a la democracia. Ahí está el verdadero peligro".

Y con todo, pocos son capaces de concretar en España en qué consiste ese peligro inminente encarnado en la ultraderecha, un concepto resbaladizo frecuentemente moldeado con fines espurios, según el filósofo Fernando Savater, tajante cuando se le requiere una definición actualizada: "La ultraderecha no puede ser todo aquello con lo que no estamos de acuerdo". Si los partidos de izquierda emplean a menudo epítetos como "fascista" para reprender decisiones de los partidos de la derecha, Savater también observa actitudes "claramente ultraderechistas en comportamientos avalados por quienes se dicen avanzados o de izquierdas", en clara referencia a la izquierda abertzale como brazo político de ETA.

La ultraderecha es un modelo del que todos huyen, pero que muchas formaciones con escasa representación practican y defienden en la sombra. González Pons lo vive todos los días en el muro de su perfil de Facebook. "No paran de colgarme mensajes en los que tildan a nuestro partido de blando, acomodaticio, traidor".

La presión que los grupos de ultraderecha ejercen al principal partido de la derecha en España es clara, pero ¿hasta qué punto es profunda esta influencia? El politólogo Vicenç Navarro, catedrático de la Pompeu Fabra, cree que lo suficiente. "Sería impensable en Europa que un sindicato fascista llevara al único juez que ha intentado ajusticiar los crímenes de la dictadura al Tribunal Supremo, y que este lo sancionara por haberlo intentado. Esto da una idea de lo poderosa y extensa que es la ultraderecha dentro de la derecha". -

(Sondeo realizado por Metroscopia, entre el 27 y el 28 de abril de 2011)

Asistente al acto convocado por la Plataforma Adelante Cataluña, celebrado el 12 de octubre de 2007, en Barcelona.
Asistente al acto convocado por la Plataforma Adelante Cataluña, celebrado el 12 de octubre de 2007, en Barcelona.ANDREU DALMAU /EFE

Encuesta

» El 53% de los españoles creen que asistimos a un auge de grupos de ideología ultraderechista en la UE. Lo piensan sobre todo los votantes socialistas, mientras los del PP están más divididos sobre si se exagera o no la importancia de tales partidos.

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