De bicho a corderito

Emergiendo de una nevera serigrafiada con su propia imagen y contraviniendo, cómo no, la ley antitabaco. Así comienza la andadura en solitario de Miguel Campello, hasta ahora cantante de ese grupo, elbicho, que nadie sabe muy bien si se ha separado para siempre o solo por una temporada. En septiembre pasado, al decir adiós a su antigua banda, Campello congregó a unos 6.000 fieles en el Palacio de Deportes. Anoche, con su arranque solista en la Joy Eslava, hubo que descontar un cero.

Chatarrero se titula este estreno discográfico en primera persona con el que, según el propio interesado, descubrimos un perfil más introspectivo, pausado y juicioso. El artista ilicitano sigue practicando movimientos espasmódicos, comparte algún porrito con la primera fila y abre a cada rato el frigorífico para apurar lo que parece una botella de tintorro, pero no se arrancará la camiseta de tirantes hasta la novena canción, La misma historia. En ese detalle debe radicar su apuesta por la madurez.

Las 11 nuevas canciones siguen recordando a elbicho, claro, pero sin ese revestimiento de rock sinfónico, a lo Triana o Smash, que constituía la verdadera singularidad del proyecto. Aquí hay solo pop aflamencado con algún arrebato roquero tan insulso como las barritas de cereales para la operación biquini. Tino di Geraldo intenta lidiar el naufragio con alguna línea de bajo inteligente, pero hay poco donde rascar. Campello va ahora de tranqui, se supone, y ha transformado al bicho en corderito. Aunque no le pegue.

Dice su autor que buscaba un repertorio perdurable, que puedan ver sus hijos. No se lo ha puesto fácil a las criaturas: ni un estribillo sabroso que llevarse a la boca, ni una fulgurante imagen poética. Se sucedieron Amanece, Calavera o la flojísima Por los rincones, y el público atendía con cariño.