_
_
_
_
Tribuna:Elecciones municipales y autonómicas
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Izquierda en la crisis. Crisis en la izquierda

El triste sarcasmo de esta crisis, achacable al neoliberalismo y la desmedida ambición financiera, es que pareció que conduciría a una "refundación del capitalismo" y en lo que ha acabado es en una profundización de sus peores características. ¿Cómo se llega a esto? ¿Cómo es que la socialdemocracia, en vez de alzarse con el santo y la limosna al romperse el espejismo neoliberal, acaba pagando la factura y es la derecha la que triunfa?

La respuesta es que la socialdemocracia, impulsora del mejor modelo social del mundo, sucumbió tras la caída del muro de Berlín a los cantos de sirena de la desregulación, la economía de casino y el ladrillo y acabó haciéndose corresponsable del desastre.

"La socialdemocracia sucumbió a los cantos de sirena de la desregulación y a la economía de casino"

En el dilema de defender un modelo que parecía superado o apuntarse al nuevo mantra del enriquecimiento rápido, no alcanzó a desarrollar un discurso propio con un horizonte de emancipación. Permitió que otros relatos enmarcaran su acción política, con la consiguiente pérdida de identidad. Y en eso llegó la mayor crisis desde la segunda guerra. A la hora de diagnosticar y hacerle frente, la socialdemocracia, con sus connivencias anteriores, tenía pocas opciones.

Cuando empezó pensamos que la prioridad era evitar la recesión mediante políticas keynesianas. Lo que la derecha llamó "parálisis de Zapatero", es lo que se hacía en todas partes: aumentar el gasto público con el Plan E o la cobertura del desempleo. La promesa era "salir todos juntos de la crisis". Luego, cuando esta se convirtió en algo más que un tropezón financiero, el control de gasto pasó a primer plano y la deuda marcó los límites de la acción de gobierno. Las reformas exigidas por el mercado no podían ya presentarse como protección de quienes no tenían culpa de la crisis y el Gobierno socialista se quedó sin discurso.

No se trata de predicar una resistencia suicida a reconocer la naturaleza de la crisis. Ni de censurar los ajustes, impuestos no tanto por Europa como por un mercado que no habíamos sabido/querido sujetar. Pretender, a las puertas de la quiebra, aplicar políticas alternativas para las que no teníamos la teoría ni las condiciones políticas necesarias, es una fantasía voluntarista. Nunca es verdad que "no haya otra política posible", lo que ocurre es que solo tienes las opciones que tú mismo te has preparado y, a veces, ni siquiera éstas.

La falsa prosperidad encerraba las causas de la crisis y también las de nuestra falta de respuesta. El caso español es paradigmático: la burbuja inmobiliaria empieza cuando Aznar decreta urbanizable todo el territorio y reduce la cesión obligatoria de suelo a los Ayuntamientos. Esto, más las ayudas fiscales a la compra de vivienda y los bajos tipos de interés con que los bancos hipotecaron a los ciudadanos, disparó la barbarie urbanística y abrió las compuertas de la corrupción. Mientras los precios subían, nadie vio el peligro. El Gobierno Zapatero intentó controlar la burbuja suprimiendo el "todo urbanizable", retomando la lucha contra la corrupción que Aznar había suspendido y encargando a la ministra Trujillo una política de vivienda que mereció el desprecio de la oposición. Pero esa tímida política no logró desactivar la bomba a tiempo. La culpa es de los sustanciosos ingresos que proporcionaba a los Ayuntamientos y al propio Estado, que sirvieron para la Dependencia, las pensiones y la cobertura del paro. Visto con perspectiva, más nos habría valido atajar aquel desmán y no valernos de él para coquetear con la idea de que la izquierda también puede bajar impuestos. Son las cosas que nos desarmaron ideológicamente ante lo que se avecinaba.

Costará mucho recomponer la teoría y el relato, pero no hay tiempo que perder. La lección de la crisis es doble: habrá que salir de ella minimizando daños, pero habría que ir ya implementando políticas sociales que permitan retomar el macrodiscurso de la igualdad, sin el cual la socialdemocracia no es nada. Habría que empezar por revisar todo el proceso, enmendar nuestro desconcierto y buscar de nuevo un horizonte que tire de nosotros. Frustrada la refundación del capitalismo, no queda otra que pensar en la refundación de la izquierda.

También firman este artículo Marina Calatayud, José Ignacio Pastor, Nuria Espí y 19 militantes más del PSPV-PSOE del colectivo Volem i Podem.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_