_
_
_
_
_
Elecciones municipales
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ve, ve a Cataluña

Los galleguistas y nacionalistas patrios han sentido históricamente una razonable admiración por Cataluña. Da cuenta de ello ya a mediados de 1893 la crónica de Lo catalanista que atribuye a Brañas, durante su visita al Centre Catalá de Sabadell, la afirmación: "Sí, esta es mi segunda patria, Cataluña; vosotros sois mis más queridos hermanos". Dado el carácter singular de la autonomía vasca, especialmente en materia financiera, se comprende que Cataluña sea de entre las llamadas nacionalidades históricas la que represente nuestro punto de referencia. Una referencia, por lo demás, muy recomendable, ya que a diferencia del vasco, más reaccionario, el nacionalismo catalán tendió a apostar por la democratización y modernización del conjunto del Estado, como sostiene Justo Beramendi (eso sí, desde el análisis académico y científico, eso que algunos ahora denominan "matriz dominante de la historiografía gallega").

El nacionalismo catalán apostó por la democratización del conjunto del Estado

Sigue resultando aconsejable mirar hoy hacia Cataluña, y no sólo por dar continuidad a una tradición ya secular. Allí, al igual que aquí, el centro derecha ha recuperado el Gobierno tras varios años de gobierno de coalición entre el partido socialista y fuerzas nacionalistas de izquierdas. La fuerza vencedora allí es nacionalista; la de aquí, autonomista; pero las dos concurrieron con programas económicos muy semejantes (por ejemplo, en el ámbito de las rebajas fiscales). Los dos nuevos ejecutivos, antes aquí, y luego allí, se han encontrado con una situación parecida en las cuentas públicas: primero, un déficit superior al esperado, como consecuencia del ciego optimismo socialista sobre la evolución de la economía en la elaboración de los presupuestos de 2008 y 2009. Segundo, y como consecuencia de lo primero, una obligación de devolver al Estado cifras mil millonarias de euros por el error en el cálculo de las cantidades transferidas por el Gobierno socialista en el pasado, lo que ahora aún lastra más la capacidad de gasto. Tercero, un incremento sustancial de los compromisos de gasto a los que hay que hacer frente, y muy en particular del gasto corriente y de transferencias (derivado en gran parte de legislación estatal, como ocurre con la ley de la dependencia). Y cuarto, un Gobierno central que no cumple el nuevo sistema de financiación autonómica, negando (entre otras cosas) el anticipo de los recursos que provienen de los dos fondos incluidos en los acuerdos de financiación para el "cierre" del sistema: el de competitividad (que beneficia a Cataluña) y el de cooperación (que beneficia a Galicia). Fondos estos dos que fueron efectivamente anticipados en 2010, pero que son negados en 2011.

Dos ejecutivos autonómicos, pues, enfrentados a severos ajustes de gasto (a los que seguirán muchos otros tras las elecciones de mayo). Varias informaciones publicadas en este mismo diario dan cuenta de cómo se está afrontando la situación en Cataluña: "Los recortes de la Generalitat incendian la sanidad catalana"; "una reducción sin precedentes del gasto sanitario del 10%, que en algunos hospitales alcanza el 20%"; "Cataluña perderá dos millares de camas". Y la más sorprendente, dado el contexto: "Mas fulmina el impuesto de sucesiones". Simultáneamente, el líder de la oposición socialista, Joaquim Nadal, le está exigiendo al nuevo president que incluya en el presupuesto autonómico el fondo de competitividad; que exija la convocatoria de una comisión bilateral con el Estado para sustanciar su pago; y al gobierno del PSOE, de su mismo partido, que lo pague, al tiempo que reconoce que ese mismo Gobierno no le pone las cosas fáciles a Mas y que rechaza "defender al ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero". Hay, pues, evidentes diferencias entre lo que está pasando allí, y lo que está pasando aquí: el ajuste, aquí, no se ha concentrado en materia tan social como es la sanidad, y si lo ha hecho ha sido a través de la rebaja de la factura farmacéutica; y la Xunta, razonablemente dado el panorama, ha pospuesto algunas de las rebajas fiscales previstas (impuesto de sucesiones, renta). En paralelo, la oposición socialista de aquí no ceja en el empeño de criticar "los incumplimientos fiscales" de Feijóo; de cuestionar la inclusión en el presupuesto del Fondo de Cooperación; y de defender al gobierno socialista que tan flagrantemente incumple los acuerdos de financiación que suscribió.

Parece ser, y así lo reseña Lo catalanista, que Brañas inició en Sabadell su discurso de 1893, "en medio de una tempestad de aplausos", explicando que "en el transcurso de uno de sus acostumbrados paseos solitarios en las tardes serenas junto a las regaladas riberas de Galicia [...]quedó adormecido y en un delicioso sueño se le apareció un hada misteriosa [...] y el hada con voz amorosísima que todavía sonaba en sus oídos, decía: Ve, ve a Cataluña...". Se ve que a los socialistas gallegos no se les aparecen las hadas. Al menos las que, con voz amorosísima, incitan a ir a Cataluña.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_