Forcejeo espléndido en 'la catedral'
El Athletic se lleva el derbi vasco con dos chispazos frente a una Real agobiante, pero sin remate
Cuatro años son muchos años sin enemistades, sin partidos tensos como los que suelen proponer Athletic y Real en sus enfrentamientos literales. En Anoeta ganó la Real, cuando iba en el tren de alta velocidad. Ayer llegaba a San Mamés aparentemente en un tren expreso no exento de angustias ante un rival que, ajeno a la businnes class, donde solo viajan dos en esta Liga, aspira cuando menos a la primera clase europea.
Pero cuatro años son pocos años como para cambiar la tendencia de los partidos viscerales. Huesos duros de roer en los que los centrocampistas son más infantería de combate que inteligencia en el puesto de mando. Partidos de ida y vuelta donde ni siquiera una ventaja singular, dos goles, pongamos por ejemplo, auguran el triunfo en la batalla.
ATHLETIC 2 - REAL SOCIEDAD 1
Athletic: Raúl; Iraola (De Marcos, m. 51), San José, Ekiza, Amorebieta; David López, Javi Martínez, Orbaiz (Gurpegui, m. 67), Muniain; Toquero y Llorente (Susaeta, m. 78). No utilizados: Aitor, Koikili, Gabilondo y Urko Vera.
Real Sociedad: Bravo; Carlos Martínez, Ansotegi, Demidov, Estrada; Rivas, Aranburu; Xabi Prieto, Zurutuza (Sutil, m. 73), Griezmann; e Ifrán (Tamudo, m. 58). No utilizados: Zubikarai, Bergara, Agirretxe, Labaka y González.
Goles: 1-0. M. 17. Muniain. 2-0. 26. Toquero.2-1. M. 30. Javi Martínez, en propia puerta.
Árbitro: Fernández Borbalán. Amonestó a De Marcos, Amorebieta, San José, Orbaiz, Gurpegui, Toquero, Tamudo y Aranburu.
Unos 40.000 espectadores en San Mamés.
Llorente, habitual rematador, se convirtió en asistente de lujo en los dos goles
Los de Martín Lasarte, sin complejos, propusieron un duelo al sol de medianoche
Un derbi vasco se sabe que nunca será una cátedra de fútbol, pero al mismo tiempo se sabe también que el aburrimiento no está invitado a la fiesta. Es un guiño al arcaísmo más celebrado, más apasionante, con distintos resultados. Y el reencuentro de San Mamés no alteró la sístole y la diástole de los partidos cardiológicos.
La Real, sin complejos, le propuso al Athletic un duelo al sol de medianoche. Cuando la catedral vio quien oficiaba por la banda izquierda, Amorebieta, un central poco rodado esta temporada, se imaginó que tocaba temblar con las acometidas de un tipo tan frío y tan técnico como Xabi Prieto. La apuesta de Caparrós era arriesgada, una apuesta demasiado personal que enseguida comenzó a bajar en las apuestas. A cambio, la Real también apostó por Carlos Martínez para frenar a Muniain. Dos navarros frente a frente, uno de La Chantrea, el otro ribereño, de Lodosa. Dos tipos calientes. Y el pequeño se comió al grande, en la primera parte.
Tanto era así, que la banda de los banquillos de San Mamés, en la primera mitad, quedó arrasada. Y como los derbis tienen vida propia y como no se atienen a leyes más o menos cotidianas, resulta que Llorente, habitual rematador se convirtió en asistente de lujo. Primero cabeceó un saque de esquina de David López para dejarlo al borde de la raya de gol donde llegó el más listo de la clase.... Muniain. Después, asistió a Toquero concediéndole un disparo cruzado que superó la estirada de Bravo. En cuatro minutos, el Athletic le había metido un subidón al partido, pero en otros cuatro Javi Martínez con un gol en propia puerta le había bajado la tensión hasta acercarle al punto del desmayo.
No se hundió el Athletic, pero la Real le hizo recular. La imprecisión le hizo dudar y duda que te duda se olvidó de llegar a la portería de Bravo en la misma medida que la Real, con más alma que calidad, se iba aposentando en los cuartos traseros del equipo de Caparrós.
A la Real le mata su falta de pegada, al Athletic la rutina. Tan harto está de jugar siempre a lo mismo que hay momentos en los que parece que se aburre. Y resistir es una asignatura en la que nunca ha sacado muy buena nota.
Sería un tributo a las corajinas de todo derbi. Esas en las que parece que alguien se hace dueño del encuentro, pero en realidad es el agazapado el que inquieta. Por más que evolucionara la Real, fue el Athletic el que tuvo la ocasión de matar el derbi en otra jugada de estrategia, cuando David López le puso el balón en el pie en la esquina del área pequeña, pero Bravo adivinó sus intenciones y despejó cuando San Mamés (menos los 600 de la Real) se levantaba de los asientos apretando los puños.
La catedral se había olvidado incluso de Raúl, el portero debutante, y sabida es la mirada esquiva de esa afición cuando le hacen esas apuestas. Pero el chico, larguirucho y sensato, lo hizo todo bien. Salvó dos goles en acciones de templanza a pesar de haber jugado sólo en Segunda B. Y salvó a su equipo de lo que por momentos amenazaba tormenta. Caparrós, fiel a sus decisiones personales, mantuvo la banda izquierda intacta a pesar de que por allí la Real entraba como el cuchillo en la mantequilla. Pero a la Real le falta gol. Hasta el suyo lo tuvo que hacer Javi Martínez.
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