La calle del silencio
Barquillo cambia de cara: las tiendas de sonido cierran y florecen las de moda
Ya no se oyen los equipos de música a toda pastilla escupiendo los éxitos de la lista de ventas. Ni Melendis, ni Bisbales ni Orejas de Van Gogh. En su lugar, cuando se pasea por la calle del Barquillo, en el centro de Madrid, se escucha algo parecido a chill-out, música de fondo para los que no les gusta la música. No es silencio, pero casi. Es una de las consecuencias de la gran transformación que en estos últimos años ha sufrido la, que en otro tiempo, fue llamada "calle del sonido". Tradicionalmente el lugar donde había que ir si necesitabas que te echasen un cable con algo relacionado con los componentes electrónicos. Hasta la placa, que a modo comercial había renombrado la arteria como calle del Sonido, ha desaparecido.
Algunos ya se han apresurado a llamarla la "calle del Trapillo"
Esa mutación silenciosa ha dejado una huella más visible todavía: de las 20 tiendas de sonido, equipos de música y demás dispositivos que existieron en la estrecha calle de 650 metros, ahora solo sobreviven ocho. A su alrededor, como si la calle del Almirante (tradicionalmente de moda) extendiese sus tentáculos, florecen tiendas de ropa, de masajes, cafeterías cool, supermercados y galerías de arte. Basta un recorrido rápido por Barquillo, desde La Casa de Tócame Roque -donde Ramón Gómez de la Serna situó su famosa comedia casera-, en la calle de Fernando VI hasta Alcalá, para notar esta metamorfosis.
Primera parada. Donde antes había una tienda Sony ahora está un moderna tienda-cafetería con apetecibles pasteles en el escaparate, Pomme Sucre. "Aún llama gente pidiendo información sobre equipos de música o que se le ha quedado colgado el Windows", explica Cristina Mesa, de 31 años, que lleva seis meses trabajando en la tienda. "Yo ya he conocido esta calle así: con establecimientos de ropa más sofisticados o tiendas como esta". Allí está comprando un pequeño bocadillo de jamón José Luis Ibáñez, de 46 años, que lleva 15 viviendo en el barrio y ha visto en directo esta transformación tranquila: "Esta calle era una isla, entre Chueca y Justicia. Estaba muerta, sin renovar, de capa caída. Ahora está más viva", asegura.
Pero para lo que algunos es vida, para otros ha sido una caída libre. Hasta el número 32 no encontramos uno de los que podríamos llamar superhéroes de la calle de Barquillo. Ricardo, de 54 años, lleva 33 trabajando en diferentes tiendas de sonido. Empezó al día siguiente de terminar la mili: "Que la calle haya cambiado es solo consecuencia de que la electrónica ha cambiado En los noventa", sigue, "época dorada del home cinema, los karaokes y los equipos de música para las terrazas vendíamos aparatos de 500.000 pesetas. Ahora cuando hablas de 600 euros la gente se lleva las manos a la cabeza". Pero en lugar de dejarse llevar por la nostalgia Ricardo se ha puesto las pilas, y junto a otros compañeros que también han cerrado, ha abierto su propio establecimiento de componentes de sonido: Musical Barquillo. Los que antes eran competencia ahora son sus socios. "Hasta los proveedores nos dijeron que estábamos locos cuando abrimos esto", asegura. "Se trata de buscar la especialización. Y el conocimiento. Hay veces que hasta El Corte Inglés nos manda clientes porque allí no saben darle soluciones a sus problemas".
Uno de los compañeros de Ricardo es Juanjo, de 39 años. "Había propietarios que llegaron a tener cinco tiendas de sonido en la calle", explica Juanjo, que recuerda que incluso se creó una asociación para poner en común acciones de comunicación y publicidad. "Las reuniones casi siempre acababan en bronca. Por problemas personales entre los jefes. No supieron ver que el enemigo estaba fuera de la calle; ellos lo veían enfrente", explica.
Como ellos, muchos de los trabajadores se quedaron en paro tras el apabullante cierre de las tiendas. Algunos se han ido a trabajar a grandes superficies, a las que casi todos señalan como culpables de este ocaso. "Generalmente con contratos precarios", asegura Moisés del Hierro, de 44 años, que lleva 10 trabajando en otra de las tiendas de fotografía y electrónica. "El sonido está muriendo poco a poco", asegura. "Cuando se cierra una tienda de música, se abre una de ropa. E Internet ha sido lo que nos ha dado la puntilla final", afirman Ricardo y Juanjo. "Nos hemos tenido que ajustar a sus precios más bajos. De todas formas siempre va a ser más agradable comprar aquí. Igual de precio, pero con trato personalizado".
Algunos ya se han apresurado a llamarla la "calle del Trapillo". Y algo de cierto hay. Las tiendas de ropa se suceden y aunque cierren vuelven a resucitar en otra marca. Como Bellerose, una de las últimas (abrió el pasado lunes). "Es una calle legendaria", cuenta su propietario Jon que junto a su hermano viene de San Sebastián, donde ya tiene dos tiendas de esta cadena belga. "Desde hace un año buscábamos un sitio adecuado en esta calle, que sigue siendo especial. La gente se saluda, se mira, se ayuda. Es como un pequeño Soho. Vemos que ha cambiado, pero conserva su esencia".
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