Letra C

La mayoría de las series españolas están dirigidas a un público púber, que acepta sin rubor el despliegue de testosterona y braguitas, niños redichos y música enervante subrayando todo estado de ánimo como si en la ESO uno fuera ajeno a otros estímulos más sutiles. Existe un pequeño espacio dedicado a la gente mayor, que encuentra en las recreaciones históricas un motivo para disentir o disfrutar con la nostalgia. Pero hay poca ficción para adultos, esos televidentes infieles, cuyo gusto no capturan los estudios infalibles al dictado de los cuales trabajan los guionistas por encargo.

Por eso la llegada de la serie The Big C, que ironiza sobre el cáncer, es todo un acontecimiento. Woody Allen dijo en su día que la palabra más bella que uno sueña con escuchar es "benigno", precisamente retratando el mundo adulto donde las pasiones amorosas y las aventuras intrépidas son una nimiedad frente al chequeo médico y la irrupción de la gran C. El único problema de esta serie de episodios de media hora, cuya primera temporada emite Canal +, es la obligación de ser brillante, divertida y transgresora casi en cada situación y diálogo. Es tal la necesidad de apartarse de la gravedad y la melaza, que se lanza de cabeza a otra piscina más incierta, pero a veces forzada como el chiste de un político en su mitin.

Laura Linney desmiente el tópico deprimente de que los mejores papeles se los llevan las actrices jóvenes. Puede que se lleven los más sexys, pero ella ha encontrado en la televisión el perfecto escaparate para su talento madurado. Fue la esposa de John Addams en la serie sobre el patriota norteamericano, que aún perdura como uno de los más interesantes relatos históricos de los últimos años. Ahora es una madre de adolescente, con un marido usado al que prefiere mantener a distancia y un hermano ecologista retratado de modo tan disparatado que roza la frontera de los dibujos animados. Ella, orgullosa de su busto entrevisto, aún quiere exprimirle a la vida los últimos destellos. Irreverente, frívola, impulsiva, capaz de liberar a una langosta de la pecera del restaurante, a veces termina, como el espectador, preguntándose si no existe algo un poco más esencial que hacer antes de morir.