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Huye el jefe de la mayor operación para blanquear dinero de la droga

Antonio Pouso, 'Pelopincho', estaba en libertad condicional desde finales de 2010

Los preámbulos del juicio de la Operación Cormorán, el primer macroproceso por blanqueo de dinero que se celebrará en Galicia, se están convirtiendo en un quebradero de cabeza para jueces y fiscales. A las dificultades de alcanzar acuerdos de conformidad previos a la vista oral, dado el elevado número de abogados personados en la causa, se añade ahora la incógnita sobre el paradero del principal imputado, el narcotraficante José Antonio Pouso Rivas, Pelopincho, que estaba en libertad condicional desde finales de 2010.

Pouso Rivas, un camarero de Ribeira de 51 años, ya había sido condenado en dos ocasiones por narcotráfico, en sendas operaciones dirigidas desde la Audiencia Nacional. En su amplio historial como implicado en la Operación Santino, Pelopincho logró zafarse de la cárcel aprovechando un permiso penitenciario. Años después salió de su escondite y regreso a Galicia de incógnito, donde vivió una época de vacas gordas con la venta de, principalmente, cocaína. Fijó su residencia en el municipio pontevedrés de Valga y desde allí comenzó a blanquear ingentes cantidades de dinero. Hasta 15 millones fueron localizados en la compra de 50 inmuebles. En este nuevo proceso, se le ha embragado dinero en efectivo a través de fondos de inversión en paraísos fiscales.

Después de seis años entre rejas tras su detención en diciembre de 2004, Pouso Rivas salió en libertad bajo fianza, pero fue hace escasas semanas cuando la Guardia Civil constató su desaparición.

La Guardia Civil certificó la ausencia de José Antonio Pouso después de que la Fiscalía de Pontevedra se interesase por su localización para los preparativos del juicio. Pelopincho es una pieza clave del entramado de blanqueo que el mismo vertebró.

Antonio Pouso siguió así los pasos del que fuera asesor personal de sus negocios, el letrado pontevedrés Manuel Franco Argibay, de 48 años, que también se esfumó después de retirar casi dos millones de euros de su cliente depositados en bancos portugueses a nombre de sus dos hijos menores de edad. Por si esto fuera poco, en medio de un proceso tan largo y complejo, otra baja se ha añadido últimamente al número de imputados al producirse el fallecimiento de la madre de Pouso Rivas, señalada en la causa como uno de sus testaferros, al igual que su padre, su hermana, sus dos hijos, su yerno y varias brasileñas que eran pareja sentimental del narcotraficante.

Los excesos de Pelopincho quedaron reflejados en la frenética adquisición de patrimonio que inició en 2003. En el inventario de los bienes embargados figuran 36 fincas, urbanas y rústicas, otros tantos bajos comerciales, 40 pisos y locales de hostelería, además de un millón de euros en cuentas bancarias, tres millones de euros en inversiones, junto a 831.000 euros y 345.000 dólares en metálico y joyas que la Guardia Civil localizó ocultos en la pared de su cuarto de baño.

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Piso en Asturias

En uno de sus chalés situado en el lugar de Agriña, en Brión, José Antonio Pouso estaba construyendo una casa de 300 metros cuadrados sin reparar en gastos. En la primera planta hizo construir su propio despacho con un llamativo mueble bar, incorporando una habitación oculta con mando a distancia. En el jardín, una espléndida piscina climatizada con jacuzzi.

En la compleja investigación patrimonial dirigida desde el Juzgado de Instrucción número 2 de Caldas de Reis, la policía descubrió un piso en Pravia (Asturias) que funcionaba como un escondite donde Pouso Rivas guardaba el dinero negro que obtenía de la droga. Tras su detención, una de las últimas remesas de dinero que sacaron de allí sus hijos permitieron la captura del letrado.

Los fiscales de Delitos Económicos y Antidroga preparan el juicio que se celebrará en la Sección Segunda de la Audiencia de Pontevedra con 35 procesados, la mayoría testaferros de Pouso Rivas.

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