Murray araña, Nadal muerde
El mallorquín vence al británico en un vibrante duelo y buscará ante Ferrer su séptimo título seguido en el Principado - El alicantino, sin trofeos en torneos de la categoría, barre a Melzer
El encuentro se juega alrededor de una inyección de cortisona. Son las semifinales del Masters de Montecarlo. Andy Murray llega más de 15 minutos tarde a la pista. Rafael Nadal, el hexacampeón, le espera. Cuando el enfrentamiento echa el telón (6-4, 2-6 y 6-1, en 2h 58m, para el español), finalizados los extenuantes intercambios y cerrados los dolorosos juegos de minutajes infinitos -14 para el octavo, 19 para el decimocuarto, 11 para el decimoquinto, todos ganados por Murray-, el número cuatro mundial habla del "miedo", de las dudas y de que no supo si iba a jugar "hasta cinco minutos antes". Le dolía el codo derecho. Le inyectaron cortisona. Le dieron un analgésico... y Murray, rugiente la grada ("Andy!"), batalló a las riendas de un revés supersónico.
"Ha sido una victoria fantástica. Un sueño", dice Nadal después de tres horas de partido
"Estoy lleno de confianza", avisa Ferrer, que pudo con él en Australia
Tras la mutua tortura, increíbles las recuperaciones de ambos tenistas, el día del hombre récord: Nadal, que decidió la semifinal al ganar 12 de los primeros 14 puntos de la tercera manga (3-0), busca su séptimo título seguido en Montecarlo, además de igualar los 30 sobre arcilla del sueco Bjorn Borg, hoy (14.15, Teledeporte) y contra David Ferrer, vencedor del austriaco Jürgen Melzer (6-3 y 6-2). "Es una victoria fantástica ante un oponente muy difícil. Un sueño", dijo Nadal. "Estoy lleno de confianza", contestó Ferrer, que ya venció al mallorquín en los cuartos de final del Abierto de Australia 2011.
Dos españoles se disputarán el título en Montecarlo por segundo año consecutivo, tras el Nadal-Verdasco de 2010. El circuito parece convencido de que el dominio de la tierra corresponde únicamente a los hombres de la armada. Algo más, sin embargo, debe explicar su preeminencia. Hay un factor estratégico: los españoles, con sus golpes liftados, proponen el juego perfecto para la superficie. Tienen, también, la voluntad de asumir el rápido paso del cemento a la arcilla con buena cara: Nadal, por ejemplo, repasó los vídeos de sus impresionantes actuaciones en Montecarlo 2010 para refrescar cuáles habían sido las claves de su dominio. Y ponen en práctica, además, unos valores que les hacen disfrutar del camino: ningún tenista está mejor preparado que los españoles, amamantados desde siempre en el albero, para aceptar los malos botes, los partidos interminables y las dificultades de unas pistas que a veces piden gladiadores en vez de tenistas.
Como explicó Nadal, que en un puñado de días pasó de disputar la final de Miami, sobre cemento, a la final de Montecarlo, sobre arcilla: "¿Qué preparación? Solo me he entrenado tres días sobre tierra, así que no hay preparación. No puedes preparar ni un tiro. No puedes preparar nada. Lo único que puedes intentar es adaptarte a los movimientos. Lo importante es no cambiar mucho tus tácticas, mantener el estilo". Cuestión de actitud, se deduce.
La final mide a dos especialistas. Ferrer, que nunca ha ganado un torneo de la categoría, gruñe al aire ("¡increíble, es increíble!", se dice en los fallos) y ataca con derechas violentas en la pista. Un día, vencedor en cuartos, firmó sobre una cámara recordando a sus amigos de Xàbia, que se juntan para ver sus partidos y los del Barça. "Comuna", escribió. Al otro, triunfador en semifinales, recordó a los que le apoyan y le quieren. "Suave", garabateó en recuerdo de su pareja. Hoy, en Montecarlo, tiene cita con la última firma. Enfrente, el mejor escribano: Nadal, el que más masters ha ganado en la historia (18). Un ogro.
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