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Columna
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Nos deben una explicación

Hace nueve meses, la Democracia Feijoniana, sección Superproducciones, anunció el estreno de una espectacular intriga de corrupción y financiación ilegal. Era la versión gallega de Los intocables, con Rueda y Rodríguez Miranda repartiéndose el papel de Elliot Ness. Juntos habían descubierto una supertrama recaudatoria socialista por medio de Unións Agrarias y una red de asociacionciñas. Para promocionar tamaño lanzamiento mundial, se efectuaron varios rodajes de vibrantes escenas de acción en impactantes localizaciones: en el Parlamento, en diversas Consellerías y en juzgados a lo largo y ancho del Fogar de Breogán. Para hacerse con sólidas pruebas documentales que, paradójicamente, anunciaban poseer ya, Rodríguez Miranda irrumpía en los archivos de la Consellería de Traballo a lo Tom Cruise en Misión imposible, los hombres de Rueda peinaban la sede de Unións Agrarias en una operación que mezclaba momentos de SWAT y High school musical 3, o la conselleira Mato realizaba deducciones lógicas a lo Angela Landsbury en Se ha escrito una subvención ilegal.

O se prueba la 'trama agraria' o sus urdidores deben dimitir y hacer penitencia en casa

Pero el showbusnisses es un negocio cruel. Si pasa el tiempo y no hay acción, se apagan las candilejas. Lo que queda hoy es un proceso judicial donde declaran como imputados altos mandos de una investigación que no ha ofrecido más resultado que valorar la posibilidad de reclamar unos euros por "irregularidades administrativas"; según filtración de Wikirueda al periódico de derechas coruñés. El contundente Rodríguez Miranda ya no se descuelga de algún arnés entre sensores láser y debe comparecer un abnegado Pedro Puy a anunciar una temible comisión de investigación, mientras se rescata del pleistoceno el caso de la agente electoral de Muxía. El antaño demoledor conselleiro Rueda ya no parece el gallardo Horatio de CSI Miami, protagonizando CSI San Caetano y enchironando delincuentes cueste lo que cueste. Más bien va cogiendo un aire al inspector Gadget, mientras nos cuenta que le llamaron un día de la Consellería de Traballo por el gadgetoteléfono pidiendo ayuda y se limitó a enviar unos agentes por el gadgetointerfono. Por su parte, sus intrépidos muchachos puestos ante la Justicia declaran que solo cumplían órdenes y ofrecen el insólito espectáculo de unos servidores públicos negándose a responder a los abogados de ciudadanos cuyo nombre y honor han embarrado con el dinero de sus propios impuestos. Para rematar tamaño desconcierto, preguntado por cómo tan publicitada superproducción podía haber acabado en tertulia friki de la TDT, el presidente Feijóo elaboró una alambicada respuesta donde vino a decir que bueno, que vale, que juego revuelto como en el tute; que si ellos se callan, nosotros también.

Pero da la casualidad que a nosotros, el público, nos había prometido una de corrupción. Hemos pagado la entrada para ver una superproducción en 3D, no Xunta 4, lethal cagada. Queremos, y se nos deben, al menos un par de explicaciones. La primera es qué fue de la famosa trama. Las acusaciones lanzadas en sede institucional por-Roberto Saviano, gracias maestro- a máquina da lama popular, o se prueban como es debido, o deben acabar con sus urdidores dimitidos y haciendo penitencia en su casa. Harán bien los socialistas en apoyar con entusiasmo cualquier comisión de investigación, aunque sea propuesta como aviso a navegantes. Qué gran oportunidad para demostrar que los políticos no son todos iguales.

La segunda aclaración se refiere a qué criterios sigue nuestro Gobierno para decidir investigar al ciudadano A o al ciudadano B, empleando los recursos que les proporcionamos con nuestros impuestos. Tenemos derecho a saber si todos los gallegos y gallegas somos iguales ante la Democracia Feijoniana para lo bueno y para lo malo; o depende, y ya se verá, y si no tiene nada que ocultar, seguro que no le importa acompañarme a San Caetano. Antes, si discrepabas, te enviaban a la policía autonómica. Ahora son inspectores de servicios. Supone un avance, pero no es suficiente. Tenemos derecho a vivir en una democracia donde, como diría otro clásico de la investigación, el CSI Gil Grissom, "importa la historia que cuentan las pruebas, y solo las pruebas".

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