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El 'fado' bancario

El sistema bancario portugués se caracteriza por un elevado grado de concentración, con los tres principales bancos acaparando más del 60% de cuota de mercado, niveles de rentabilidad del negocio algo inferiores a otros sistemas europeos, un crecimiento del crédito significativamente más reducido y una posición de liquidez estructural (peso de depósitos sobre cartera crediticia) ligeramente peor. Con todo ello, y a pesar de la baja rentabilidad, los niveles de solvencia en la banca portuguesa son razonables. El sector no ha visto deteriorarse su cartera crediticia de forma excesiva durante la crisis; la morosidad se sitúa en enero de 2011 en un 3,51%. La clave reside en el menor peso del sector de la construcción y la promoción en su inversión crediticia. La principal fuente de morosidad en Portugal proviene del crédito a empresas, lógico si tenemos en cuenta que el país atraviesa ya casi diez años de estancamiento.

El principal problema del sector desde 2010, en gran medida derivado de la íntima vinculación entre riesgo soberano y financiero en Portugal, ha sido la liquidez. La incapacidad de acceder a los mercados de financiación mayoristas y la necesidad de reconducir la ratio de liquidez estructural han derivado en una fuerte guerra de pasivo desde el pasado verano, una contención del ritmo de crecimiento del activo y un creciente recurso a la financiación en el BCE (cerca del 25% del PIB portugués y un 11% de toda la financiación otorgada por la autoridad monetaria europea).

Esta estrategia forzada, retroalimentada por el incremento del riesgo soberano motivado por la tardía y deficiente gestión política de la situación económica del país, está derivando en una fuerte reducción de los márgenes de negocio, apenas compensada con reducciones estructurales de costes. Así, de un problema de liquidez se ha pasado a uno de rentabilidad que, dado el previsible impacto negativo sobre la actividad económica de las condiciones del rescate, derivará a buen seguro en significativos incrementos de la morosidad. En definitiva, la solvencia del sistema está ya en duda.

Tras la reciente solicitud por parte del Gobierno portugués de ayuda externa esta semana, y cuya concreción conoceremos en las próximas tres o cuatro semanas, el siguiente paso razonable sería dar a conocer la capacidad de aguante del sistema bancario portugués en el complicado panorama económico a medio plazo que abre el rescate. Es cierto que el rescate solucionará -al menos hasta 2013- el repago de los vencimientos de la banca portuguesa, pero no la supervivencia del sistema a medio plazo: recapitalización, concentración y/o reestructuración de entidades, reducción de costes y mejoras de eficiencia se van a poner sobre la mesa en un corto espacio de tiempo, porque sin un sistema bancario sano y funcional, la probabilidad de generar suficiente crecimiento a medio plazo para pagar la deuda de forma íntegra se reduce de forma significativa.

Esteban Sánchez y Pablo Nozal son profesores de la Escuela de Finanzas Aplicadas (Afi).

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