_
_
_
_
Reportaje:VAMOS A... OSLO

Oslo, nuevas dimensiones

La capital noruega se reinventa con la mirada puesta en su gran fiordo y en diversos proyectos experimentales: seis destellos en el fiordo

En 1624 Oslo ardió. El rey Kristian IV decidió entonces mover la ciudad de sitio, acercándola a la fortaleza, cambiarla de nombre (por Kristiania) y de naturaleza: en vez de combustibles y caóticas casas de madera medievales, la nueva urbe se construiría como una estricta cuadrícula de piedra y ladrillo.

Oslo, que recuperó su nombre en 1924, está volviendo a cambiar. Aunque no se ha movido del sitio, algo bulle en sus fiordos. A lo largo de la costa, los entornos portuarios se están convirtiendo en ciudad. Liderados por el edificio de la Ópera, que quiere convertirse en el Guggenheim noruego, se construyen ya enormes desarrollos urbanísticos como el BarCode (código de barras), un conjunto de oficinas de cristal y pisos de lujo que miran al mar. Juan Herreros firmará el nuevo Museo Munch; Renzo Piano, el de Arte Contemporáneo.

Más información
Cuerpos, árboles y un 'troll'
Noruega, más allá de los Fiordos y los vikingos

Oslo se pone vanguardista, pero, fundada en el año 1000, también tiene historia de la que presumir. Imprescindible ver tres clásicos: el Palacio, el Parlamento y la catedral. Por las calles del centro se pueden encontrar ejemplos de arquitectura neoclásica, del pesado modernismo nórdico y del interesante funcionalismo de los cincuenta, como muestra el edificio de ladrillo del Ayuntamiento. Pero lo que es imposible no ver son los burgueses bloques de viviendas del XIX. La típica casa de Oslo. En una de ellas incluso se puede entrar, pues allí vivió un hombre bajito, que tantos años después sigue siendo el vecino más famoso de aquella ciudad llamada Kristiania.

01 La casa de muñecas

El Museo Ibsen

En el estudio donde Henrik Ibsen dedicaba dos horas diarias a la literatura (de 9.30 a 11.30) hay un retrato del dramaturgo sueco Stringberg. "Es mi enemigo mortal, está ahí colgado para que vea cómo escribo", se jactaba el autor de Casa de muñecas (1879), un dramaturgo que cambió la historia del teatro gracias a dos de sus personajes femeninos, Nora y Hedda Gabler, quienes en su enfrentamiento contra un mundo de dominación masculina abrieron la puerta radicalmente al movimiento de liberación de la mujer.

La casa del dramaturgo aloja hoy el Museo Ibsen, un espacioso piso decorado tal como lo tenía su esposa Suzannah, con la que vivió allí de 1895 hasta su muerte en 1906. Era un edificio modernísimo para la época: tenía calefacción de gas, lavandería en la puerta, agua corriente y el primer tranvía eléctrico de la ciudad en la puerta.

Bigotes, chistera y alzas en los botines. Ibsen medía 1,61 metros y la escultura que hay en la entrada del museo es de tamaño real. El apartamento es también una escultura al natural del autor, una visión congelada de cómo vivía. "Cuando soltaba la pluma, a las 11.30 en punto, aunque fuese a mitad de frase, se iba al Gran Hotel a tomarse una cerveza y un brandy", explica Erik Edvardsen, director del museo. "Allí le gustaba mirar la prensa extranjera porque decía que solo mirando sus anuncios se podía comprender a una sociedad".

¿Y mirando su casa, se entiende a un autor? "Uno se siente más cerca de cualquiera cuando recibe una invitación y descubre cómo vive el otro... pero tener acceso a la residencia de Ibsen, ver dónde escribía o cómo pasaba los días no proporciona necesariamente información para interpretar sus obras", opina el embajador Tancred Ibsen, bisnieto del dramaturgo, de 89 años, a quien le encanta la casa museo. "Mi bisabuelo es una atracción en Oslo, hay tiendas y restaurantes con su nombre o el de sus obras y personajes. Hay 69 citas suyas grabadas en las aceras de la ciudad, rutas turísticas especializadas, un festival de teatro en su honor, un centro de estudios sobre él en la universidad y en el Gran Hotel tienen un rincón en homenaje a él sobre la mesa en la que siempre se sentaba".

El museo acaba de inaugurar la exposición Ibsen como ciudadano de Kristiania. Tenía una relación cuando menos especial con aquella urbe fría y opresiva que era Oslo, sobre todo tras vivir durante décadas en la bulliciosa Roma (su mujer nunca le perdonó que quisiese volver). "No fue entendido en Noruega, se tuvo que ir fuera", explica el director del museo, "pero aun así era el noruego más famoso de su tiempo". Cada día le gustaba sentarse en la ventana del apartamento, bajo la cual se arremolinaban los curiosos para ver al genio. Contradictorio hasta el final, sus últimas palabras fueron pronunciadas en la cama de esta casa. El autor se encontraba postrado, los ojos cerrados, cuando alguien comentó que parecía que estaba mejorando. "¡Al contrario!", le espetó Ibsen.

» www.ibsenmuseet.no

02 Un instrumento sobre el fiordo

Opera Haus

"Este edificio es como un instrumento... uno muy caro y muy bueno". Kjetil Thorsen, uno de los fundadores del estudio Snøhetta, enseña orgulloso la Ópera de Oslo que le valió el Premio Mies van der Rohe en 2009. Caminando sobre sus cubiertas transitables uno cree más bien que se encuentra en una suave pista de esquí de granito blanco y cristal, un glaciar inquietante que se mete en el fiordo. Por dentro es otra cosa, curvas y madera cálida que en efecto recuerdan a las tripas de un tambor. Uno enorme, donde trabajan hasta seiscientas personas y se pueden ofrecer seis espectáculos a un tiempo para un público aficionado a la música y el ballet.

La Ópera de Oslo es más que un edificio cultural. "Se ha convertido en un icono, en la cabeza visible de la recuperación del fiordo y la regeneración del entorno portuario", dice el arquitecto. "No solo pasó con el Guggenheim, toda asociación cultural lidera un proceso así y dispara el valor de lo colindante". Tras el anguloso y blanco perfil de la ópera, de marcada horizontalidad, se alzan aún una veintena de grúas dándole la razón. Están construyendo elegantes rascacielos donde antes solo había almacenes y diques.

Además de un cuidado programa, la ópera tiene un bonito restaurante donde se come viendo las gélidas aguas del fiordo (y la chulísima escultura de cristal con forma de iceberg que Monica Bonvicini ha colocado sobre ellas). Los paseos guiados por el edificio se cuelan hasta las bambalinas, donde etéreas bailarinas se estiran lánguidas por los pasillos mientras hacendosas costureras se afanan por bordar el vestuario de los espectáculos.

» www.operaen.no

03 Vivir en 39 metros de eslora

Museo Fram

El Fram nunca ha estado tan calentito. Vive varado en una casa triangular, como un tipi, en la península de Bygdøy. Fue armado a finales del siglo XIX para ser el barco más resistente del mundo. Debía sobrevivir en los polos a la presión del hielo, por lo que su casco, además de fuerte, tenía una forma especial que le permitía flotar sobre el hielo en vez de sucumbir a él. Además, el Fram, que significa ¡adelante!, tenía que ser cómodo; en su interior vivirían durante años tripulaciones de exploradores congelados.

En el Fram intentó Fridtjof Nansen llegar al Polo Norte (1893-1896), exploró Otto Sverdrup el Ártico y alcanzó el Polo Sur Roald Amundsen (1910- 1912). Desde 1936 el barco polar está a resguardo en su museo, para el que la asociación de arquitectos de Oslo celebró un concurso que ganó Bjarne Tøien. Lo tuvieron que arrastrar dentro, a regañadientes, con un motor eléctrico: el barco se movía a un centímetro por minuto.

El Museo Fram ofrece la historia de sus dramáticas expediciones y una colección de artilugios que pertenecieron a sus exploradores: está la brújula de Admundsen, su cuchillo, sus raquetas de nieve... Y el menú polar-francés de su inauguración, en la que se sirvió caviar en "barrier de glace a l'aurore boreal" y "foia a l'almiral".

En Bygdøy se encuentra también el racionalista Museo Marítimo Noruego, el museo de los barcos vikingos (encontrados en tres tumbas reales donde fueron enterrados hace 1.100 años para que sus propietarios cruzasen al otro mundo) y el Museo Kon Tiki, la balsa prehispánica en la que el científico Thor Heyerdahl cruzó el Pacífico para demostrar que los habitantes de América del Sur podrían haber navegado hasta a las islas de la Polinesia. Si aun así quiere más barcos, en verano se puede llegar a la península de los museos en un ferry que sale del muelle que hay frente al Ayuntamiento.

» www.framuseum.no

04 La casa de los arquitectos

Museo de Arquitectura

"La transformación de Oslo en los últimos años ha sido enorme, la mayor desde la industrialización", dice la directora del Museo de Arquitectura de la ciudad. El propio edificio que lo alberga es una muestra de esa evolución, ya que yuxtapone la arquitectura clásica y moderna con dos obras de los arquitectos noruegos más importantes del XIX y XX, respectivamente.

La construcción central fue proyectada por Christian Heinrich Grosch en 1830 como las oficinas del Norges Bank, pero en 2008 Sverre Fehn, el único noruego con un Premio Pritzker, rehabilitó y amplió el edificio. Sus inclinados muros de hormigón visto conversan con la cercana muralla de Oslo, levantada en el siglo XIII. "Siempre pensé que estaba huyendo de la arquitectura tradicional noruega, pero pronto descubrí que estaba operando en su contexto", dijo el arquitecto al recibir el Priztker en 1997. "Cómo interpreto un proyecto está fuertemente ligado a mis orígenes".

El museo aloja exposiciones temporales y tiene una agradable cafetería donde se sirven menús a un precio razonable. El edificio, que es la última obra de Fehn, fallecido en 2009, forma parte del Museo Nacional, que tiene otras tres sedes en la ciudad: la National Gallery (centrada en el arte romántico y decimonónico y donde se encuentra El grito, de Munch), el Museo de Arte Contemporáneo y el Museo de las Artes Decorativas.

» www.nasjonalmuseet.no

05 Una colección de granjas

Museo Folclórico Noruego

Cuando en la parroquia de Gol, 200 kilómetros al norte de Oslo, se quiso construir una nueva iglesia, pensaron en derribar la antigua starvekirke, el templo medieval de madera que llevaba en el pueblo desde 1200. Era 1870 y la Sociedad para la Conservación de Monumentos consiguió salvarla de la piqueta; pero se la tenían que llevar de allí. El rey Oscar II cedió un terreno en la península Bygdøy de Oslo y ayudó a financiar el traslado, por lo que a día de hoy la iglesia (una de las apenas treinta de su tipo que quedan en el país) es propiedad real. Esta increíble construcción de postes es la joya del Museo Folclórico, el más antiguo al aire libre (fundado en 1894) y uno de los más grandes del mundo. En realidad es una colección de edificios: entre sus obras, traídas por piezas desde distintas regiones o reconstruidas desde cero, hay pintorescas casas de Kristiania y humildes granjas rurales que muestran la vida en Noruega desde el siglo XVI.

El museo tiene una exhibición permanente de trajes tradicionales (que se siguen usando en el Día Nacional, 17 de mayo, y no bajan de los 5.000 euros) y otra sobre la comunidad Sami. En verano (a partir del 15 de mayo) los visitantes son recibidos por anfitriones en trajes típicos, se cocina el pan de patata, lefse, y hay bailes tradicionales.

» www.norskfolkemuseum.no

06 De fábrica a laboratorio de ideas

DogA, centro noruego de diseño y arquitectura

La vieja transformadora eléctrica ha sido tomada por los modernos. Desde 2006 este conjunto de edificios industriales es DogA, una suerte de laboratorio de ideas para reflexionar sobre la arquitectura y el diseño. Los muros de ladrillo visto y los grandes ventanales de fábrica decimonónica conviven con baños que tienen césped en las paredes y escaleras que sirven de gradas. La transformación corrió a cargo del estudio Jensen og Skodvin Arkitekter AS y se llevó todos los premios de arquitectura por ser capaz de dar una nueva vida a uno de tantos edificios industriales que peligran en el centro y, sobre todo, en el puerto de la ciudad.

DogA aloja exposiciones temporales, tiene un restaurante chulo y una deliciosa tienda para fanáticos de la arquitectura y el diseño, con una extensa colección de libros especializados y todas las monerías que necesita el geek del diseño: del perchero-futbolín a las servilletas de papel milimetrado.

» www.doga.no

La Ópera de Oslo, obra del estudio de arquitectura Snøhetta.
La Ópera de Oslo, obra del estudio de arquitectura Snøhetta.DAG SUNDBERG
Una de las salas de exposiciones del DogA, el museo de diseño y arquitectura que ocupa el edificio rehabilitado de una vieja central eléctrica de Oslo.
Una de las salas de exposiciones del DogA, el museo de diseño y arquitectura que ocupa el edificio rehabilitado de una vieja central eléctrica de Oslo.JEROEN VERRECHT

Guía

Cómo ir

» Ryanair (www.ryanair.es) ida y vuelta desde Madrid a Oslo (Rygge) a partir de 42 euros (más 20 euros por trayecto y maleta facturada). También vuelan desde Alicante, Barcelona, Ibiza, Málaga, Palma de Mallorca y Valencia.

» Spanair (www.spanair.com) ida y vuelta desde Barcelona y Madrid, a partir de unos 260 euros.

» Iberia (www.iberia.com) vuela a Oslo, ida y vuelta desde Madrid y Barcelona, a partir de 530 euros.

Comer

» Christiania Café (www.cafechristiania.no). Nedre Vollgt, 19. Sabores tradicionales y divertida decoración.

» Ekeberg (www.ekebergrestauranten.com). Kongsveien, 15. Situado sobre una colina con las mejores vistas de la ciudad y el fiordo desde un edificio funcionalista de 1929.

» Madu (www.firsthotels.com). Kongens Gate, 5. El restaurante más cool de Oslo, en el Grims Grenka hotel.

Paseos e información

» Aker Brygge, el lugar donde estaban los astilleros de la ciudad es hoy un agradable barrio para pasear e ir de compras.

» Visitas guiadas. Rutas del Oslo judío a la Kristiania de Ibsen, pasando por el tejado transitable de la ópera o el parque Vigeland. (www.osloguide.no)

» Oficina de turismo de Oslo (www.visitoslo.com).

» Turismo de Noruega (www.visitnorway.com).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_