Capricho andaluz
FINCA CORTESÍN, un complejo de gran lujo entre Marbella y Sotogrande
Tiene alguien idea de lo que es el sugaring? Nada más lógico que un sistema de depilación natural basado en el efecto exfoliante de la pasta de azúcar capaz de dejar la piel suave y lisa por largo tiempo. Una especialidad del spa Cortesín, perteneciente al hotel finca de su mismo nombre, en los olivares próximos a la localidad malagueña de Casares. "Déjenos cuidarle", reza el lugar entre aromas faciales y audio de iPod a la carta. Sí, un lujo para los sentidos. Un must para los amantes del golf, que cuentan entre sus palos con un campo diseñado por Cabell Robinson y apadrinado por la academia del oso Jack Nicklaus, par 72, sede del Volvo World Match Play (del 19 al 22 de mayo).
Finca Cortesín
PUNTUACIÓN: 8,5
Categoría: 5 estrellas GL. Dirección: Carretera de Casares, km 2. Casares, Málaga. Teléfono: 952 93 78 00. Fax: 952 93 72 50. Internet: http://es.fincacortesin.com/. Instalaciones: garaje, jardín, terrazas, piscinas exterior y climatizada, campo de golf de 18 hoyos par 72, spa, salas de convenciones para 220 personas, salón, tiendas, bar, cuatro restaurantes. Habitaciones: 22 júnior suites, 45 suites; calefacción, aire acondicionado, teléfono, TV interactiva, lector de DVD, wifi, minibar, carta de almohadas, secador, albornoz, cosméticos para la mujer, transporte al aeropuerto. Servicios: algunas habitaciones adaptadas para discapacitados, servicio de canguro, mascotas admitidas. Precios: desde 390 + 8% IVA la júnior suite; con desayuno; paquetes de tres noches con golf, spa y habitación superior, 1.417 + 8% IVA.
El alojamiento apabulla desde el arco de entrada a la finca. Casi delata lo que viene después: una mansión cortijera resplandeciente de blanco sobre verde, imponente bajo el cielo azul del sur. Es decir, las condiciones propicias para que el interiorista portugués Duarte Pinto Coelho, fallecido en 2010, pusiera aquí su última guinda al remedo de casa señorial andaluza planteado por los arquitectos Ignacio Sierra, Roger Torras y César Leyva. El resultado es una secuencia de salones, corredores, patios y rincones de gran exuberancia decorativa que no oculta cierto refinamiento en el mobiliario, ni secuestra la atmósfera culta y sensible, aunque propia de una arquitectura impostada, que se respira en sus cuatro restaurantes: Don Giovanni, regido por el italiano Andrea Tumbarello; Casa Club, con vistas al campo de golf; el Jardín de Víctor, pura cocina mediterránea; y la joya de la corona, el Schilo, en manos del chef holandés Schilo van Coevorden.
La oferta de habitaciones no desmerece. Hay para todos los gustos, siempre que se entienda el lujo como lo accesible muy de cuando en cuando y después de mucho ahorrar... Desde la júnior suite, con sus 52 metros cuadrados, hasta la suite Cortesín, tres veces más grande y de mírame pero no me toques. Incluso unas villas con piscina. En todas se sufre si no se accionan los dos televisores, si no se zambulle uno en la lencería fina de cama, si no se escribe en todos los portafolios, si no se engullen todas las frutas y todos los chocolates de a bordo, si no se prueban las zapatillas de baño, los albornoces, las toallas, si no se abren, huelen y derraman los jabones, las cremas, los champús, los geles..., en fin, si no da tiempo a saltar de la bañera a la ducha y de la ducha a la bañera. ¡Qué frenesí de detalles!
A ver quién escatima una prolongación de la estancia si después de todo lo dicho se ve que falta tiempo para meter los pies a remojo en las dos piscinas exteriores de horizonte infinito de 35 y 50 metros cada una. O para poner a prueba el refinamiento del servicio a la hora de solicitar un dry martini con jamoncito del bueno en los sofás del bar.
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