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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Mal inicio, peor final

Íñigo de Barrón

Romper una fusión no es algo nuevo para la Caja del Mediterráneo (CAM). Ya lo hizo antes en la negociación con BBK, Caja Madrid, Bancaja, Caja Murcia y probablemente otras entidades. Ayer la CAM dijo sí a formar el Banco Base: demasiado tarde, los socios de Asturias, Extremadura y Cantabria rechazaron seguir adelante porque dicen que la caja alicantina necesita 3.000 millones para tapar su agujero inmobiliario, una cantidad que hundiría a los demás.

Esta cifra es superior en 1.500 millones a lo que había calculado el Banco de España. ¿Por qué? Las razones de los asturianos no están del todo claras, pero al supervisor no le ha gustado nada quedar en entredicho en un tema tan delicado como el cálculo de la solvencia de una caja. La confianza depositada en Cajastur para dirigir el proyecto ha quedado dañada.

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El futuro es difícil para las cuatro; sobre todo para la CAM. El tiempo corre en su contra: el siguiente emparejamiento será forzoso y con entrega de armas y bagajes. El Banco de España intentará venderla sin intervenirla, una jugada complicada. Los compradores pedirán miles de millones a fondo perdido. El supervisor no quiere gastar dinero público, aunque esta vez no parece que haya otra salida.

El hundimiento del proyecto de tercera caja, con 125.000 millones en activos, es una mala noticia para el sector. Es cierto que estos fiascos no han sido muy frecuentes. Solo ha ocurrido algo parecido con CCM y Cajasur en un sector que ha protagonizado 12 integraciones en las que han participado más de 40 cajas. Sin embargo, aquí es relevante por tres razones: el enorme tamaño de la entidad conjunta; la sombra de sospecha que se proyecta sobre la fortaleza de las demás cajas, y el posible final del sosiego para la deuda española en los mercados.

En el sector coinciden en que el proyecto era contra natura. La caja número 20, Cajastur, se quedaba al volante del tercer mayor grupo. Para ello se debía tragar a CCM (que sigue en sus tripas) y la CAM, también malherida. Los asturianos empezaron la aventura con una entidad de 16.000 millones en activos y podían haber acabado capitaneando el Banco Base, con 124.000 millones. Dos grandes cajas malas para solo una buena era un bocado demasiado indigesto. Para ayudar no se escatimó dinero: procedente del Fondo de Garantía de las cajas (3.100 millones, que ya los tiene) y de otros fondos públicos por valor de 3.000 millones, que no se han entregado. En total, tres veces más que lo que se metió en Banesto. No era una buena idea, ni al principio ni al final. Habrá que ver qué pasa hoy en el mercado. Porque vienen curvas.

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Sobre la firma

Íñigo de Barrón
Es corresponsal financiero de EL PAÍS y lleva casi dos décadas cubriendo la evolución del sistema bancario y las crisis que lo han transformado. Es autor de El hundimiento de la banca y en su cuenta de Twitter afirma que "saber de economía hace más fuertes a los ciudadanos". Antes trabajó en Expansión, Actualidad Económica, Europa Press y Deia.

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