Luz Casal añade emoción al estreno del auditorio de Vigo
La acústica del anfiteatro hizo justicia a la interpretación
La cantante Luz Casal, una banda de 13 músicos liderada por el batería Tino di Geraldo y 1.500 espectadores estrenaron, el pasado domingo, la sala principal del Auditorio-Pazo de Congresos Mar de Vigo, inaugurado oficialmente el día anterior.
Antes de que la larga ovación que la recibió, poco después de las ocho de la tarde, se repitiese en numerosas ocasiones hasta el término del recital, poco después de las diez de la noche, Casal agradeció en gallego, con acento "astur-leonés, madrileño y mediterráneo, é o que hai", la invitación "para estrenar un nuevo lugar de encuentro con las artes, la música y la escena".
"No es como la comida, pero es imprescindible en la vida de las personas: cuanta más relación se tiene con la música, mejor se vive", declaró al comienzo del bolero Mar y cielo, tema que inició la primera parte del concierto, dedicada a su último disco, La Pasión (2010), en el que rinde homenaje a la música latina y afroamericana.
La acústica del anfiteatro pasó su primera prueba e hizo justicia a la interpretación en directo de toda una orquesta con elementos eléctricos y acústicos, metales, cuerdas y percusiones.
Con perfecto dominio del escenario, la artista salvó las distancias que median entre el vestido de terciopelo con el que se presentó, conmovedora, tierna y cómplice, y los pantalones de cuero que se enfundó para saltar, estirarse y girar la cabeza durante la segunda parte del espectáculo, en la que llegaron Plantado en mi cabeza, Rufino y Loca, entre otras piezas de los inicios de su carrera, en los años ochenta.
Con otro cambio de vestuario, a medio camino entre sus dos vidas, como una roquera chic, encaró el final de su directo. Después de alzar una copa, "para brindar por este lugar, por Vigo y por Galicia", la estrelló contra el suelo siguiendo una tradición judía para los buenos augurios.
Y se fue yendo de la mano de otras dos mujeres emblemáticas, Mercedes Sosa y Rosalía de Castro, a través de dos composiciones Gracias a la vida y Negra sombra, el tema que tantas veces le había reclamado el público vigués desde el patio de butacas.
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