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Columna
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Los asesinos de perros

En todos los parques de Madrid se está extendiendo la alarma: cíclicamente merodean por allí individuos que matan perritos envenenándolos. Este mes ha sido en Valdebernardo, donde murieron cuatro. El año pasado, en Malasaña, cayeron más de media docena. Hace dos años ocurrió lo mismo en La Elipa. Es seguro que hay más casos que quedan en el anonimato. También hacen lo mismo con los gatos, pero estos se lo ponen más difícil. Muchos viajeros de Madrid a Toledo conocen el dantesco final de muchos galgos cuando acaba la veda: los cuelgan de los árboles.

Por mucho que lo analices, no aciertas a comprender las razones que habrá en el coco de esa gentuza para llevarles a ejecutar esos crímenes. Puede que haya dentro un problema psiquiátrico, porque quien mata fríamente a un cocker, en cualquier momento le da la vena y se puede poner a matar personas. Lo cierto es que muchísimos altercados callejeros tienen toda la pinta de extravíos psicológicos.

Rosa Montero recordaba el martes en este periódico: "El Código Penal resulta ridículamente benigno ante el maltrato a los animales. Por ejemplo, torturar hasta la muerte a un animal solo tiene una pena de tres meses a un año de cárcel".

A la hora de la verdad, de momento resulta más efectivo acudir a algunas asociaciones que facilitan mucho todas las onerosas tramitaciones: dos de estas entidades son la Asociación de Amigos de los Animales y Mascotas.org.

Cuestiones así provocan pesimismo sobre la raza humana. Pero una cosa es cierta: hay mucha más gente buena que mala. Pero la gentuza lo emponzoña todo.

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