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Triunfo del eclecticismo de la Real Filhamonía

El concierto de abono de la Real Filharmonía de Galicia (RFG) del jueves presentó un programa de gran variedad estilística. Arrancó con Yukel, nocturno para orquesta, de Manuel Balboa: una breve obra en la que el compositor coruñés desnuda una intimidad un tanto atormentada, sobre un fondo de serenidad interrumpida aquí y allá por momentos de dolorosa expresión. Manuel Hernández Silva logró una gran expresión sonora de Yukel, con una Filharmonía totalmente rendida a su batuta. El director venezolano tiene un gran poder de comunicación y se lleva de calle a los músicos.

Los ensayos de esta semana dieron sus mejores frutos orquestales en Les illuminations, op. 18, de Benjamin Britten (1913-76), sobre poemas de Arthur Rimbaud (1854-91). Nunca se le había oído a la RFG tal riqueza de sonido, tanta y tan rica paleta de color orquestal. El brillo casi metálico de los violines en Fanfare inicial y la voz de Mojca Erdmann dieron paso en Villes a un aire de gran cabalgada, como si la orquesta fuera una montura bien entrenada por Hernández Silva para el lucimiento de la voz de Erdmann como su amazona.

Brillo orquestal

Luego, hilos de plata tensos y luminosos en Phrases; la dulzura de voz de Erdmann sobre la luminosidad del solo de violín de Anca Smeu, que el jueves tocaba como concertino, en Antique; el brillo orquestal de reflejos solares sobre el océano de Marine; y la inquietud de Parade, solo calmada finalmente por la serenidad inmensa de ese Départ final que viaja en el afecto hacia "las paradas de la vida".

Quizás por contraste con tanta y tan matizada riqueza musical, la versión de la Sinfonía nº 6 de Schubert, muy aplaudida por el público del Auditorio de Galicia, se antojó que partía de un planteamiento general algo elemental en su expresividad. Un cierto exceso de potencia sonora restó algo de la eficacia introductiva del adagio previo al allegro inicial, desarrollado con un marcado contraste dinámico, excesivo por momentos. Más calmado, el andante dio paso al scherzo, marcado por un aire un tanto marcial en su trío. En positivo contraste, la delicadeza inicial del allegro moderato final, movimiento que se desarrolló con ciertas brusquedades. La gestualidad algo teatral del director, no obstante, logró llevarse tras de sí a la orquesta en su sonido y al público en sus ovaciones.

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