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Crítica:ROCK | Standstill
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La vida en tres actos (breves)

Dispuesto a desafiar al Genius de Steve Jobs -ese mágico algoritmo para localizar canciones similares- o las consabidas asociaciones de "Si te gusta... te gustará", el quinteto catalán Standstill ha conseguido difuminar sus orígenes, remover los cimientos y sonar, básicamente, a Standstill. Parece una temeridad en estos tiempos de reinvención y reciclado, pero funciona: la banda de Enric Montefusco celebraba anoche la primera de sus tres comparecencias consecutivas en el Círculo de Bellas Artes, apenas un trimestre después de que este mismo espectáculo, Rooom, se hubiera dejado ver por el Circo Price. Como el fenómeno boca-oreja siga agrandándose, y nada parece augurar lo contrario, puede que estemos ante otro fenómeno parecido al de Love of Lesbian: de un público testimonial a otro masivo y entusiasta. Solo que, en este caso, mucho más sesudo.

El aire conceptual y solemne les sitúa en un sinfonismo de nueva generación
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Standstill y los dilemas de la existencia

Rooom es la plasmación escénica de Adelante, Bonaparte, el extraño y fascinante "triple EP" (el concepto suena maravillosamente estrafalario) con que Standstill certifica para siempre su singular grandeza. Hay que echarle bemoles para plantearse una obra conceptual en tiempos de consumo troceado y reproducción aleatoria, pero Adelante, Bonaparte lo es. Relata la vida del tal B. con un lenguaje a veces esbozado o sugerido y otras más bien inescrutable, en la mejor tradición hermética del nuevo rock independiente. Pero entre títulos, retazos y proyecciones emerge un discurso: B. rememora la niñez como un sol tibio durante el primer tercio, ejerce de adolescente levantisco en la segunda parte y desemboca en el amor como cierre de la trilogía. Tenemos un hilo argumental, la historia de una vida en tres actos breves. Eso es: breves como la vida misma.

Como el fin es el mensaje, los músicos actúan de perfil y se desenvuelven entre penumbras, reducidos a inquietantes sombras hirsutas. No hay margen para el aspaviento, sino para la emoción. Y la voz de Montefusco, de registro amplio y timbre extraordinario, multiplica el efecto hipnótico. Difícil disimular la fascinación ante temas que, como La familia inventada, Moriréis todos los jóvenes o Hay que parar, arrancan en un susurro y acarician la apoteosis.

El universo de Adelante, Bonaparte es personalísimo, pero hora y media de andanzas junto a B. permite escudriñar indicios de lenguajes comunes y posibles hermanamientos. El aire conceptual y solemne, con cambios de ritmos y texturas, sitúa a Standstill en un sinfonismo de nueva generación, como unos Midlake sin flautas. Algunos pasajes instrumentales nos traen a la memoria al Philip Glass de Koyaanisqatsi (y, por extensión, al Sufjan Stevens de The BQE), sobre todo si acontecen sobre esas proyecciones de cámaras subjetivas. El teclista consultó a Robert Fripp (King Crimson) para comprar sus gafas en la misma óptica. Y, sorpresa, la inflexión más trovadoresca de Montefusco le aproxima al Fernando Luna de La Romántica Banda Local. A fin de cuentas, otros adelantados a su tiempo: un bendito anacronismo en el Madrid de 1978.

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A Enric, tímido y menudo, le costaba disimular la sonrisa al término de esta especie de opereta rock posmoderna para tiempos inciertos, con todo el teatro en pie y aplaudiendo sin remilgos. No nos gustaría estar en su pellejo cuando vuelva a encerrarse a la busca de inspiración, pero para los anales quedará ya este emblema de rock culto y ambicioso. Una rareza, sí, superlativa.

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