El escándalo azota París
La última colección de la firma de Galliano y el enfrentamiento entre Hermès y LVMH protagonizan la jornada
Se esperaba que la presentación de otoño-invierno 2011 de la firma John Galliano fuera un asunto discreto e íntimo. Pero, finalmente, el que podría ser el testamento creativo del diseñador tuvo su cuota de decadencia. Fue una colección pequeña en tamaño, pero no en ambición. No se enviaron invitaciones formales y la convocatoria, a través de correo electrónico, pedía confidencialidad sobre la cita. Probablemente, para evitar que en la puerta se repitiera el tumulto de curiosos, cámaras y policías que el viernes conmocionó la entrada a Dior.
En el exterior de un palacete del siglo XIX se respiraba una calma tensa. Los invitados entraban con la cabeza baja y el rostro circunspecto de los que asisten a un funeral. En grupos reducidos, se acomodaron hasta tres pases de las modelos. Sofás y mesitas estaban dispuestos en opulentos salones, decorados con flores y grandes lámparas de cristal. Se servía café y macaroons. John Galliano no estaba, pero sí Sidney Toledano. El presidente de Dior dio el viernes un discurso en el que tachó de intolerables las manifestaciones antisemitas que provocaron el despido de su director creativo. Ayer estaba más relajado.
El testamento del diseñador fue pequeño en tamaño pero no en ambición
"Estoy aquí para apoyar a los equipos que han terminado esta bella colección. Ha hecho falta mucho coraje para completarla", explicaba Toledano en un perfecto español. Es el idioma de su padre, que fue presidente de la comunidad de judíos sefardíes en su Casablanca natal. No quiso hacer declaraciones sobre el futuro de la marca John Galliano, que -al igual que Dior- forma parte del mayor grupo de lujo del mundo, LVMH. En días saturados de especulaciones sobre quién sucederá a Galliano, Toledano llama a la calma. "Estoy trabajando en ello, pero la decisión tomará tiempo. No puedes sacarte un nuevo diseñador del bolsillo. Nos ha cogido por sorpresa y es muy reciente".
La colección de John Galliano habló ayer elocuentemente de la dificultad que entraña sustituirle. El que ha caído no es un diseñador cualquiera, sino uno de los más brillantes de su generación. Sus bellísimos vestidos al bies y el erotismo de sus trajes de tweed mostraban la mejor cara de Galliano. Pero los tímidos aplausos que recibieron demostraban que está demasiado vívida la imagen de lo peor de lo que es capaz. Tim Blanks, uno de los más prestigiosos críticos, apuntaba en la presentación de ayer que el único precedente de una situación como esta fueron las denuncias por colaboración con los nazis durante la II Guerra Mundial contra Coco Chanel y que su exilio duró nueve años.
Está siendo una semana de la moda agitada. Especialmente para Bernard Arnault, el amo del lujo mundial. Su grupo, LVMH, ha cerrado un año de récord, superando por primera vez los 20.000 millones de euros de facturación y aumentando sus beneficios un 73%. Pero se enfrenta al incendio que ha provocado Galliano y a la firme oposición de Hermès a sus intenciones de compra. Las tres familias que controlan la empresa (Dumas, Puech y Guerrard) se han unido como nunca desde que, en octubre, LVMH iniciara la adquisición de acciones. Ya controla un 20%. Esta semana Patrick Thomas, presidente de Hermès, aprovechó la presentación de resultados para pedir a Arnault que redujera su participación como prueba de lo pacífico de sus objetivos. "Si quieres seducir a una bella mujer no empiezas violándola por detrás", afirmó Thomas mientras exhibía un crecimiento del 46% en los beneficios de Hermès en 2010. "No queremos ser parte de este mundo financiero que arruina compañías y trata a la gente como si fuera mercancía", declaraba a The New York Times. "Esta es una pelea cultural, no económica".
El choque entre titanes añadía expectación ayer al estreno del nuevo director de Hermès. Christophe Lemaire sustituye a Jean Paul Gaultier, que se marchó en septiembre tras siete años de colaboración. El fichaje de Lemaire, procedente de Lacoste, supone un cambio de rumbo en la estética y espíritu de la firma. Los caballos que despidieron a Gaultier fueron reemplazados por el halcón que portaba una de las modelos de Lemaire. El espectáculo deja paso a un sentido más reposado de lo exquisito. El minimalismo de Lemaire se vio favorecido por el formato íntimo de la presentación. Tuvo lugar en una tienda de Hermès que ocupa hoy lo que fue una piscina en los años veinte. Un espacio que permitía acercarse a los diseños y apreciar la riqueza de los materiales y el exquisito trabajo de la piel y la seda. Aunque no es fácil detenerse en tales sutilezas en medio de un vendaval de escándalo.
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