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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO | BALONCESTO | NBA
Columna
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Carmelo Anthony y mi padre

Lo siguiente es algo que he oído decir a mi padre aproximadamente 300 veces en mi vida: "Esa película habría sido mejor con algunos actores desconocidos". Mi padre encuentra poco consuelo en Hollywood, donde se cree que el poder de las estrellas es a la recaudación por las entradas lo mismo que las bellotas a los robles.

La NBA no es diferente. Mientras que algunos aficionados preferirían ver a un equipo de don nadies ganar el anillo porque ello reforzaría su creencia general en que el trabajo duro y una gran actitud harán que un hombre llegue lejos en la vida, los propietarios del campeonato han aprendido que lo que pone muslos en los asientos y banderas en las vigas del techo es un escolta que promedia 23 puntos por partido y un pívot que logra 17 puntos y 13 rebotes tanto si el veredicto de esa acusación de agresión es de inocencia como si no lo es. Lo que no quiere decir que Carmelo Anthony haya agredido alguna vez a alguien o que es un escolta, pero quiere decir que llevarle a los Knicks de Nueva York ha sido probablemente una sabia decisión.

Carmelo Anthony no es el Segundo Advenimiento de Bill Russell y no parece que la victoria sea su musa. Pero Carmelo Anthony es un muy buen jugador de baloncesto. Amare Stoudemire, su nuevo compañero de equipo en Nueva York, también es muy bueno. Los intercambiados por Carmelo Anthony solo son buenos jugadores de baloncesto.

En la NBA, un equipo hecho únicamente con buenos jugadores rara vez funciona muy bien. Claro, los Pistons de Detroit ganaron el torneo en 2004 con una lista de descartados casi anónimos. Y cada temporada nos sorprendemos cuando un equipo advenedizo lleno de tipos buenos lo hace mejor de lo que la gente esperaba. Pero, normalmente, se necesitan estrellas para ganar.

Los aficionados lo saben. Entienden que los Knicks no iban a ganar un campeonato con Stoudemire, Raymond Felton y Danilo Gallinari. Casi seguro que tampoco lo ganarán con Stoudemire, Anthony y Chauncey Billups, pero, si LeBron James se lesiona o si los Celtics siguen viejos o si Steve Nash o Chris Paul o alguna otra pieza perfecta acaban en Nueva York en 2012, los Knicks tienen una oportunidad. Tienen esperanzas.

En la NBA, al igual que en las películas, la esperanza es tan valiosa como la última Playboy en un barco pirata somalí. Del mismo modo que los aficionados al cine hacen cola para ver la última película mala de Robert de Niro con la vana esperanza de que están pagando por otro Toro Salvaje, los aficionados de los Knicks sacarán sus tarjetas de crédito para comprar entradas, camisetas y dedos de espuma azules y naranjas con la misma esperanza vana de que Anthony y Stoudemire sean los próximos Stockton y Malone, Jordan y Pippen y Bird y McHale.

Ni un grupo ni otro se equivocan al hacer eso. Los oscars de este año estuvieron plagados de nombres conocidos. Hollywood seguirá haciendo películas con actores muy conocidos. Las clasificaciones de la NBA muestran que los equipos ganadores cuentan en sus filas con hombres que anotan muchos puntos. Los buenos equipos de la NBA seguirán acaparando a los jugadores estrella.

Pero no esperen que mi padre los vea.

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