Apariencias
La dura ofensiva que desplegará de nuevo el Partido Popular a cuenta de las irregularidades detectadas en los ERE ofrece, sin embargo, un punto débil: el ardor que están poniendo en reclamar transparencia y rigor a la hora de exigir responsabilidades políticas por este mayúsculo escándalo se corresponde bien poco con la actitud de los populares allá donde gobiernan. Y no nos referimos al caso Gürtel y a esa conmovedora imagen del imputado Camps firmando el manifiesto electoral a favor de la regeneración democrática bajo la atenta y complaciente mirada de Rajoy, Arenas y Cospedal, sino, más bien, a la comprometedora posición de este partido en el Ayuntamiento de Málaga, donde gobierna con mayoría absoluta.
El alcalde, Francisco de la Torre (PP) se ha limitado a asegurar que no solo hay que ser honrado sino parecerlo. Todo a raíz de estallar el caso Piscinas, en el que el concejal delegado de Urbanismo, Manuel Díaz Guirado, sale muy mal parado, tanto por la tramitación de esta concesión como por cuestiones que tienen que ver con su vida privada, con unas más que cuestionadas obras acometidas en su casa particular o por el vehículo "todoterreno" del que disfruta.
El asunto es tan feo que el propio alcalde hace de las suyas, esto es, marca distancias y le deja a los pies de los caballos, del tal modo que no se puede descartar que el propio edil, que en su día fue considerado como uno de sus delfines, listo para sucederle, decida renunciar a su cargo y marcharse del Ayuntamiento por la puerta de atrás. Si es así, cosa que está por verse, se habría privado al PP de hacernos algo de pedagogía, demostrando cómo actúan ellos ante la corrupción. Es decir, las lecciones que quieren dar a otros no son capaces de aplicárselas allá donde gobiernan. Y no se trata ya de exigir la apertura de una comisión de investigación en el Consistorio malagueño, sino, sencillamente, de responder al espíritu de ese decálogo con los principios de gobierno que acaban de suscribir en la convención de Palma de Mallorca, entre ellos, el de la regeneración, que incluye un compromiso para recuperar el prestigio de las instituciones con "una acción política ejemplar".
Así que lo suyo sería que el propio alcalde firmara su destitución fulminante, aunque no es ese su estilo. Prefiere que se aburran como ocurrió con otro concejal, también sorprendido en otro renuncio. Se trata de Manuel Marmolejo, quien dimitió al conocerse que había adjudicado obras a una empresa de su cuñado. En definitiva, se requiere algo más que apelar a las apariencias para salvar el discurso de la honestidad donde se esté, tanto en el gobierno como en la oposición.
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