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Análisis:Primer plano
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Prevención y resolución de crisis

En las próximas semanas, se producirán varias reuniones en torno a la crisis de la eurozona sobre las que se han creado bastantes expectativas. Se hablará de prevención de crisis, el llamado Pacto por la Competitividad, y de resolución de crisis, los paquetes de ayuda articulados en torno al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF, por sus siglas en inglés) y el futuro Mecanismo de Estabilización Europea (EMS, por sus siglas en inglés).

Contrariamente a algunas críticas, según las cuales los dirigentes europeos deberían concentrarse exclusivamente en lo urgente, la resolución de la crisis actual, ambos aspectos están interrelacionados. En la medida en que Europa comience a avanzar, aunque a tientas, hacia elementos de unión fiscal, que implica que unos ciudadanos europeos ayuden a otros en dificultades, es razonable que aquellos exijan mecanismos preventivos, que limiten los riesgos de repetición de estos problemas en el futuro. Lo que no tendría sentido es mejorar la prevención sin resolver los problemas inmediatos, porque está en juego la supervivencia del euro. Pero eso parece ser precisamente lo que preconizan los círculos ultraortodoxos alemanes.

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Ahora o nunca

El Pacto de Competitividad, propuesto por Francia y Alemania, y sobre el que parece ser que la Comisión Europea prepara una versión light, tras la reacción negativa de varios países europeos, incluye:

- Mecanismos de monitorización de los diferenciales de competitividad y medidas para facilitar la movilidad laboral, que en general no son controvertidos.

- Una mínima armonización del impuesto de sociedades, razonable si se avanza hacia una mayor integración fiscal.

- Un ajuste de la edad de jubilación según la sostenibilidad de los sistemas de pensiones. Es ineludible avanzar en esta dirección, y es injusto pedir a los ciudadanos alemanes que contribuyan al mantenimiento de los prejubilados griegos.

- La abolición de los sistemas de indiciación salarial, de manera que los salarios se fijen en función de la productividad. A pesar de la polémica desatada en España, nuestro problema sigue estando más bien en el ámbito de la negociación colectiva, donde es necesaria una descentralización considerable.

- La inclusión de enmiendas constitucionales de equilibrio presupuestario en todos los países de la UE, o de la Eurozona. Las reglas fiscales autoimpuestas son más democráticas y potencialmente más eficaces que un sistema de sanciones como el del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), aunque sea difícil lograr un equilibrio entre la flexibilidad, que permita políticas anticíclicas, y la credibilidad y las garantías de cumplimiento. El debate actual sobre el techo de la deuda en el Senado estadounidense ilustra los peligros de este tipo de legislación.

- El establecimiento de un mecanismo de resolución de las crisis bancarias. Quizá la enseñanza más importante de esta crisis es que es necesario un marco para que los bancos puedan quebrar sin que ello arrastre al resto de la economía. Los reguladores en Basilea y Bruselas llevan meses trabajando en ello.

En fin, las propuestas del Pacto de Competitividad son, en general, razonables, siempre y cuando supongan avanzar hacia una unión fiscal que equilibre la unión monetaria. Ahora bien, no olvidemos que se trata de un quid pro quo, donde tanto los países del centro como los de la periferia deben ceder. Y el otro pilar del acuerdo, los mecanismos de resolución de crisis, parece estar, a pesar de su mayor urgencia, menos maduro.

Los paquetes de rescate a Grecia e Irlanda no han sido eficaces -de ahí las reticencias de Portugal a solicitar uno similar-, porque han proporcionado un alivio temporal de liquidez sin restablecer la sostenibilidad de la deuda. La expectativa de flexibilización del EFSF constituyó un revulsivo para los mercados de deuda a principios de año. Pero, una vez más, parece que Europa se olvida de las decisiones heroicas cuando se aleja del abismo. En las últimas semanas han llegado señales preocupantes desde Alemania, donde el lobby ortodoxo se opone con vehemencia a una flexibilización de los mecanismos existentes.

Entre las medidas consideradas están la ampliación del tamaño del Fondo; la reducción de los costes financieros del rescate; las compras de deuda en el mercado secundario (que aliviarían al BCE de una tarea que le resulta incómoda); la concesión de líneas de crédito a los Gobiernos, y el préstamo directamente a bancos. Ideas sensatas que permitirían afrontar la crisis con un arsenal más amplio y adecuado que los paquetes clásicos del FMI aplicados a Grecia e Irlanda.

Además, Europa debe afrontar la clara contradicción entre propugnar que los acreedores privados experimenten quitas en las crisis de deuda soberana (tal como se ha anunciado para el nuevo ESM que empezará a funcionar en 2013, anuncio que fue el detonante de la grave crisis desatada a finales del pasado mes de octubre) y resistirse a que los bonistas senior experimenten pérdidas en las crisis bancarias. El caso de Irlanda ha puesto de manifiesto esta contradicción de manera flagrante. El riesgo de una reestructuración de la deuda soberana para evitar una quita de deuda bancaria es, de acuerdo con el refranero castellano, "hacer un pan como unas tortas".

Santiago Fernández de Lis y Sara Baliña son profesores de la Escuela de Finanzas Aplicadas (Afi).

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