Autolesión, el último grito en YouTube
Si no fuera por Internet, es posible que Eliza Buchanan, una adolescente de California, no se hubiera habituado a provocarse heridas en situaciones de estrés. "Hace cinco meses me parecía repugnante e inquietante", cuenta ahora. "Pero empecé a leer sobre ello en webs y a verlo en YouTube. El mes siguiente me surgieron unos problemas. Y no se me ocurrió otra forma para sobrellevarlo que lo que ya conocía: la autolesión". Eliza no está sola: en su país, entre el 14% y el 24% de los adolescentes (es decir, unos siete millones) tienden a autolesionarse para copar con la adversidad. Un estudio realizado por un grupo de psicólogos canadienses y publicado la semana pasada en Pediatrics, la publicación oficial de la Academia Americana de Pediatría, alerta de la influencia de los más de 5.000 vídeos explícitos sobre autolesión que hay en YouTube. La simple búsqueda bajo las palabras self-injury y self-harm les bastó para acceder a esos contenidos.
"Vigilamos lo que se sube, pero para cesar su difusión los usuarios tienen que denunciarlo"
"Refuerzan este tipo de comportamiento ante una juventud vulnerable", alerta uno de los autores, Stephen P. Lewis. "Lo normalizan ante los ojos de quien no tenga esta práctica y provocan a quien sí la tenga". El estudio apunta como posible solución eliminar los vídeos (que van del montaje de fotos de menores quemándose o haciéndose cortes en los brazos a las más genéricas charlas frente a la cámara) para solventar el problema.
Volvemos al eterno debate sobre contenidos en la Red. ¿Es mayor el daño que hacen los vídeos que el hecho de censurarlos? La autolesión, a medio camino entre la violencia y la expresión personal, entre provocación e identificación con otros que la padecen, es el ejemplo más resbaladizo para plataformas abiertas como YouTube.
"No somos censores", explica María Ferreras, directora de alianzas estratégicas de YouTube en España. "Hay una serie de requisitos que cada vídeo ha de cumplir: no toleramos ni la violencia, ni las agresiones sexuales, ni el abuso animal, ni la apología del terrorismo. Y tenemos un amplio equipo de personas que vigilan 24 horas al día siete días a la semana lo que se sube a esta plataforma abierta. Pero para cesar su difusión necesitamos que los usuarios lo denuncien primero. Aunque tengamos nuestros criterios, si ellos no lo denuncian primero, nosotros lo dejamos estar".
Pese a los peligros que conlleva su visionado a una edad impresionable, los vídeos tienen el valor didáctico de un testimonio de primera mano. "Es bueno que estén ahí, al alcance de todos", explica Luis Felipe Amunategui, psicólogo infantil experto en este tipo de trastornos. "Luchan contra el estigma asociado con este tipo de problemas. Solo cabe preocuparse de si la gente que lo ve tiene la edad suficiente como para ser crítica con ellos".
El que reciban millones de visitas y comentarios refleja la relación de la sociedad con un trastorno que, históricamente, se ha mantenido oculto. Algo así sostiene Christine Stewart, de 26 años, oriunda de Spokane (Washington). Tras más de 10 años autolesionándose, es la protagonista implícita del estudio: su canal sobre autolesiones es el más visto en YouTube, con más de dos millones de visitas y 10.500 personas suscritas. "Empecé a hacer vídeos porque no tenía con quién hablar del tema. En cuanto subí el primero, la respuesta fue abrumadora: personas de todo el mundo me escribían diciéndome que creían que sufrían solos con ese trastorno. El tener a alguien con quien hablar, que les entendiera porque se lo estaba demostrando en imágenes, les ayudaba. ¿Y sabes qué? Me ayuda tanto ayudar a esa gente como ver mis vídeos. YouTube se ha convertido en mi terapia adoptiva".
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