El salario y la productividad
Dice Guillermo de la Dehesa en el suplemento Negocios: "El equilibrio del mercado requiere que el salario real del trabajador iguale el valor de lo que produce", una falacia que está sirviendo para introducir un nuevo recorte por parte de la gran revolución neoliberal que nos domina. El mercado se sostiene a partir de beneficios que pueden ser mayores o menores, pero que no dependen prioritariamente de los salarios. De hecho, en su salario va incluido el esfuerzo para crear el producto, pero también (por deducción) parte de los beneficios de la empresa, parte de los costes del capital, parte de los errores o aciertos de la dirección, etcétera. Y, en fin, un sinnúmero de cosas que nada tienen que ver con lo que se entiende por productividad.
Con esta frase se evidencia la nueva ideología que impera en el mundo y que pretende suplantar los logros sociales conseguidos en el siglo XX. Hasta ahora se consideraba al trabajador como un ente independiente con derechos y deberes propios que prestaba su trabajo físico o intelectual a un proceso productivo. La remuneración que recibía era fruto de un contrato entre partes individuales como las que hace el empresario cuando contrata un préstamo de capital. ¿A alguien se le ha ocurrido que el banco fije el interés conforme sea la productividad de la empresa a la que presta? Y dicho coste era uno más entre otros muchos: cotizaciones al Estado, impuestos administrativos, renovación de maquinaria, innovación, intereses a bancos, retribuciones de dueños y accionistas, provisión de beneficios, etcétera.
Todo esto está propiciando la nueva ideología. Esto y el despido fácil, la negación de la negociación colectiva, la eliminación de la referencia del IPC y lo que aún queda por venir. Veremos.
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