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Columna
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La vida de las abejas

Hay coincidencias que se leen como una carta astral. La misma semana que la abejita zumbona de Rumasa dejó de picar, al menos por el momento, el ilustre Colexio de Biólogos de Galicia decretó también el estado de gravedad en el que se encuentra nuestra afamada y nutrida colonia de abejas.

Parte de mi cordón umbilical sigue unido a la tierra gallega a través de sus abejas. Durante los últimos treinta años nunca ha faltado en mi despensa un tarro de miel gallega y uno de mis encargos predilectos a la visitas es que me traigan un tarro de miel. Hace ya muchos años que dicha miel procede de las flores y del brezo, del tojo y de los eucaliptos de la parroquia de San Xulián de Laíño, más concretamente del radio de acción que estos insectos frecuentan entre las aldeas de Tallós y Reboiras, aldeas hermanadas por un mismo patrón, San Antonio Abad. El nombre del apicultor también da idea de esta mitología azarosa que se forja en los días de nuestra infancia: Silvino.

Es una metáfora cruel de la humanidad: los obreros no hallan colmena y los zánganos esperan juicio

Cuando era adolescente algún vendedor de enciclopedias logró colocar en mi casa una colección de los Premios Goncourt editada por Plaza y Janés. En esa colección de novelones de tapas color tabaco, más bien tostonazos de principios del siglo XX, además de Proust, había un libro de Maurice Maeterlinck, autor belga hoy caído en completo desuso, que se llamaba precisamente La vida de las abejas. Lo leí a ratos con ese embeleso de estar adentrándome en una metáfora a veces cruel de la organización humana y, al mismo tiempo, en una precoz pero insistente comparación con los manuales de marxismo-leninismo que también leía como si fueran el catecismo. Por entonces leíamos en la misma onda insurrecta a Cortázar, a Maeterlink, a Curros o a Marta Harnecker. Por entonces la vida de las abejas estaba inconscientemente unida a la justa lucha del proletariado.

La epidemia, que afecta sobre todo a la población obrera del reino, se llama Colony Colapse Disorder (es decir Problema de Colapso en las Colonias) y alude como en el caso de Maeterlink a una metáfora que en este momento atraviesa media humanidad por estos pagos: los obreros no encuentran colmena a la que vender su fuerza de trabajo; los zánganos están a la espera de juicio y la Reina, más sola en palacio que la sota de bastos. Aunque suene a producción de Pixar, nuestras abejas se mueren por un uso de los pesticidas y, otra metáfora más si cabe, por el abuso de un producto que contiene una dosis de nicotina tan alta como un paquete de celtas sin filtro. Es decir ahora que no podemos fumar nosotros hacemos que fumen las abejas. La presencia en off de Ruiz-Mateos vestido de Maya puede ser también un aliciente para cualquier guionista de este estropicio. Siempre me pregunté por lo demás qué relación edípica tendrá este hombre con el flan de huevo ¿No será otro Willy Wonka que confunde los pagarés con los doblones de oro que se encuentran dentro de las chocolatinas?

Ante este episodio crítico en la organización de la colonia y, habida cuenta, de que en breve no llegue más miel a nuestras despensas o sea de otro origen distinto a la gallega, los biólogos (que son gente enormemente dotada para prever desórdenes coloniales de todo tipo) recomiendan llevar las colmenas hacia tierras alejadas de los cultivos intensivos, que es como recomendar que nos echemos al monte todos, dado que esta civilización empieza a estar podrida. La neurosis y el estrés que están soportando los machos-obreros también, según su sagaz análisis, resulta muy superior a la de nuestras cajas de ahorro confederadas.

He aquí un modelo en crisis. Las abejas son otra vez una metáfora de la condición humana. Ya lo decía Maeterlinck. Y lo que resulta más preocupante: cuando la colmena empieza a colapsarse hay que escapar de la picadura enrabietada de sus habitantes. Hoy por hoy la colonia está que trina y, seguramente, muchas lunas de miel se van a ir al garete.

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