El género diferencia, no decide
"Un compañero de mis expediciones, bombero, me dice que a veces les toca rescatar a personas con más de 100 kilogramos de peso desde un cuarto piso. Evidentemente, eso es más de lo que el común de las mujeres puede soportar". Edurne Pasaban, con 14 ochomiles a sus espaldas, reconoce que hay limitaciones genéticas pero también que otras habilidades, tan útiles, defienden la actividad física y psicológica de la mujer. Xabier Leibar, director del Centro de Alto Rendimiento de Fadura (Vizcaya), ha experimentado médicamente que la mujer "es más resistente al dolor que el hombre, eso está probado genéricamente, del mismo modo que también se sabe que una mujer tiene un rendimiento deportivo un 10% inferior en carreras de 100 metros, por ejemplo, que el hombre". ¿Y eso en qué afecta al rendimiento de una mujer respecto a un hombre en un trabajo específico, como el cuerpo de bomberos, u otros relacionados con la actividad física? "Yo no me considero diferente a cualquier hombre cuando alcanzo una cumbre, ni jamás me he sentido tratada en ese sentido por mis compañeros masculinos", afirma Pasaban, quien cree que "lo principal son las actitudes psicológicas". "Yo, en la montaña, no me considero diferente. Lo que sí he notado, cuando empezaba, es que, si eras mujer e ibas en una expedición, cuando se establecía quiénes iban a hacer cumbre tú quedabas siempre en los últimos lugares. Pero ya no ocurre", asegura.
Leibar, que ha estudiado el movimiento olímpico por autonomías en una tesis doctoral, asegura que la primera mujer y el primer hombre en cualquier deporte son deportistas número uno, cada uno en su nivel. Y la densidad de su rendimiento es mayor en los hombres, pero no es menos cierto que la longevidad de la mujer es más fuerte en el movimiento olímpico, a pesar de tener un 23% de licencias deportivas. "Sí, la mujer hace menos deporte, en términos generales, pero sus condiciones pueden ser tan importantes como las de los hombres en otras circunstancias", asegura.
Las pruebas para puestos específicos, como el caso de los bomberos (u otros como la policía, el Ejército, etcétera) "deben estar adaptadas a las condiciones de género", afirma Leibar, porque "las condiciones originales son distintas, aunque no las condiciones finales del desarrollo del trabajo. ¿Qué prefieres, que te salve un hombre o una mujer? Si me salva, me da igual. Puede ser un hombre o una mujer". La evaluación es lo que cambia, no el resultado.
"Entrenamos igual que los hombres", afirma Pasaban, "luego, somos iguales en condiciones distintas, como montañeras, como bomberas o como lo que sea. Las pruebas pueden ser iguales porque entrenamos igual, pero no pueden eludir las diferencias de género para lo mejor y para lo peor". "En la guerra de Irak se hacían tests bucales de temperatura para medir la resistencia de los soldados", recuerda Leibar, "para aguantar la exigencia. No se saben los resultados".
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