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Reportaje:BALONCESTO | Final de la Copa del Rey

Temporero de lujo

Tras jugar en EE UU y Europa, Anderson, el mejor jugador del torneo, fichó por el Barça en diciembre procedente de la Liga de Desarrollo

Robert Álvarez

Las lesiones de Pete Mickeal y Gianluca Basile, que recayó poco antes de las Navidades, cambiaron la vida a un temporero del baloncesto. Alan Anderson recibió la llamada del Regal Barcelona y no se lo pensó dos veces. "Había barajado algunas ofertas de la NBA, pero, al final, no cuajaron. Por eso decidí jugar en la Liga de Desarrollo. Si me hubiera marchado antes, me habría arrepentido y habría tenido un ojo puesto allí", explica el alero nacido hace 28 años en Minneapolis. Esa competición es una especie de Segunda División, pero nada tiene que ver con la NBA, excepto que es la más próxima a ella. Anderson, elegido el mejor jugador (MVP) de la final de la Copa tras sumar 19 puntos, cuatro rebotes, una asistencia, un tapón y un mate ante el Madrid, cobraba en torno a los 30.000 euros en el Thunderbirds de Nuevo México. "Cuando me llamó el Barça, no lo dudé. Es uno de los mejores clubes de Europa. Además, lo que se cobra allí tal vez no llegue al sueldo de un jugador de la LEB plata [Tercera División]", cuenta.

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Anderson se formó en la Universidad de Michigan State con los Spartans, en los que tuvo como compañero a Shannon Brown, jugador de los Lakers, y en los que estuvo a punto de compartir equipo con Zach Randolph (Memphis) y Jason Richardson (Orlando), pero ambos abandonaron los estudios para ingresar en la NBA. Anderson también jugó en la NBA con los Bobcats de Charlotte, pero fue descartado y se vio forzado a pasar a la Liga de Desarrollo.

Luego, vino su trashumancia europea: el Bolonia, italiano; el Triumph, ruso; el Cibona, croata; el Maccabi, israelí. No se olvidó de la NBA, su sueño, y en los veranos participó en los exigentes campos de entrenamiento con Orlando, Charlotte, Memphis y Lakers. Su adaptación al Barça fue rapidísima a pesar de su nefasto estreno, en un partido de Liga ante el Madrid, en el que jugó 10 minutos y fue eliminado por faltas. "Los primeros días tuve que absorber mucha información. Me conformo con ser parte del grupo porque, antes de llegar, ya ganaban títulos. Es más fácil jugar cuando lo haces junto a figuras porque, cuando eres la estrella, todos esperan que lo hagas todo. En el Barça soy la tercera o cuarta opción y eso complica la vida a los rivales", comenta.

No le gusta ni Twitter, ni Facebook ni siquiera Internet: "Mi hermano se dio cuenta de que alguien se hacía pasar por mí y que había incluso colgado una foto". Lo que sí le gusta son las películas dramáticas, ver deporte por televisión y, sobre todo, la manteca de cacahuete. Sobre su futuro se muestra enigmático. Pero sus agentes consideran la posibilidad de que la selección de Bosnia reclame sus servicios y que, en el caso de poder nacionalizarse, pueda dejar de ocupar plaza de extracomunitario en el Barcelona.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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