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Columna
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¿Hacen justicia los jueces?

Cuando aquel joven opositor le dijo a su profesor que había decidido seguir la carrera fiscal, éste le sugirió:

-¡Pero hombre, por qué no eliges juez! Eres el amo del pueblo y tus hijos pueden mear a los transeúntes desde el balcón sin que nadie ose rechistar.

El hoy magistrado emérito del Tribunal Supremo José Antonio Martín Pallín recuerda en su último libro esa anécdota como una muestra del "inagotable ingenio" del catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Valladolid Vicente Guilarte González.

Leía el libro de Martín Pallín ¿Para qué servimos los jueces?, que se presenta el lunes en Sevilla (FNAC, 20.00), al tiempo que la prensa recogía una serie de sentencias que posiblemente están ajustadas a la letra de la ley, pero que al común de los mortales nos parecen una auténtica meada sobre el sentido común.

Ejemplos: un turista italiano, Simone Righi, ha sido condenado por la Audiencia de Cádiz a cuatro años de cárcel por intentar agredir a la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez (PP). No llegó a tocarla. La alcaldesa no vio al acusado en el momento del intento de agresión, pues estaba de espaldas. Righi se manifestaba, junto a otros vecinos, contra la perrera de Puerto Real, en la que habían fallecido sus tres perros.

La filial española de la multinacional Praxair ha defraudado a Hacienda 146 millones de euros en cinco años. Una docena de ejecutivos fueron acusados por la Audiencia Nacional de 13 delitos fiscales y de un delito continuado de falsedad. Ninguno cumplirá los cuatro años y diez meses de prisión que pedía el fiscal, al menos, para dos de ellos. La empresa ha pactado con la fiscalía. Todos quedan libres a cambio de pagar 264 millones al fisco. Praxair tiene 26.000 empleados en 40 países y su valor en bolsa supera los 20.000 millones de euros.

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Francisco Montes Neiro contabiliza casi tantas noches en prisión como millones vale Praxair: ha dormido entre rejas más de 16.000 noches (44 años) y le quedan otras 3.659 (10 años), si no vuelve a fugarse. Es el preso más antiguo de España.

La historia carcelaria de Montes se alarga indefinidamente por las seis evasiones que ha protagonizado. "Si mi única cucharada de libertad la puedo conseguir fugándome, no me voy a morir de hambre", dice este lector de Nietzsche y apasionado de Camarón. La última fuga, por la que hace unos días acaba de ser condenado a otros seis meses de prisión, fue para asistir al entierro de su madre en Granada.

Lo sorprendente, como leí en un espléndido reportaje del periodista Francisco Apaolaza en La Voz de Cádiz es que Montes no ha cometido ningún delito de sangre. Su rocambolesca historia arranca a los 12 años: fue internado en un reformatorio por clavarle una flecha a un chaval en un ojo mientras estaban jugando. Cuando salió, fue condenado a seis años de cárcel por robar un cartón de tabaco en Granada. La tercera condena le llegó por pegarle un tortazo a un cabo de la Legión. Así, hasta 15 condenas más.

Historias tan dispares como la de Simone Righi, el recluso Montes y los ejecutivos de Praxair obligan a reflexionar sobre la justicia y los jueces. ¿Reciben mejor trato los delincuentes de cuello blanco? ¿Merece Montes pasar casi medio siglo en la cárcel mientras quienes han defraudado millones y millones pactan su libertad con una multa?

Martín Pallín escribe que "la justicia, la libertad, la igualdad, están por encima de cualquier lectura literal, fría e incluso despiadada de la ley". Y recoge estos clarificadores versos de Martín Fierro escritos por José Hernández en 1872.

Le ley es tela de araña.

En mi ignorancia lo explico:

no la teme el hombre rico,

nunca la tema el que mande,

pues la ruempe el bicho grande

y solo enrieda a los chicos.

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