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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El twitteo

David Trueba

De tanto hinchar la pelota de Twitter, la pelota te estalla en la cara. Suele suceder así. Los niños lo saben, porque todo niño ha tratado alguna vez en su vida de hinchar un globo hasta saber con certeza cuánto aire cabe y se ha llevado un susto de muerte al explotarle el artefacto en la nariz. La pasada campaña electoral de mitad de mandato de EE UU convirtió a Twitter en el territorio de moda. Más allá de la inmediatez o la autopromoción directa, para los medios resultó ser una bicoca con la que, sin pasar por ruedas de prensa, se obtenían declaraciones directas de cualquier twittero relevante para alimentar el periodismo malo, intrascendente, facilón, basado en el testimonio sin desarrollar.

Twitter servía igual para que el presidente ruso se enterara casi en tiempo real de un atentado secesionista en el aeropuerto de Moscú como para que Ricky Martin admitiera públicamente su homosexualidad, en una de las exclusivas menos sorprendentes de los últimos decenios. Algo funciona mal cuando un mismo territorio sirve para todo. Lo importante y lo ridículo, lo fugaz y lo permanente, lo esencial y lo superficial. A Messi se le juzga por lo que hace en los estadios de fútbol, no por cómo regatea en el pasillo de su chalé.

En los últimos días, David Bisbal o Nacho Vigalondo han pagado por bromas que colgaron en Twitter. Habrá más. Nada tan penoso como un chiste hinchado a titulares. No creo que haya nadie tan imbécil como para creer que a Bisbal le da igual la revolución antigubernamental de Egipto o que Vigalondo es un negacionista antisemita. Ninguno de ellos tiene un partido político detrás que le ampare como a un alcalde deslenguado o a algún corrupto a la espera de la prescripción de sus delitos. Ellos planean por oficios populares a lomos de la delicada credibilidad, simpatía y talento.

Lo malo de Twitter es en qué lo han convertido: como si conversar en un bar con tus amigos se retransmitiera por la tele. Vigalondo supo usar la nueva pantalla virtual. Cortos como Cambiar el mundo o la lección de cine que impartió ayudado por una vaca cántabra están entre las genialidades de la Red. Quédense con eso.

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