Círculo vicioso
La matanza de Moscú remite al terrorismo norcaucásico, asignatura pendiente del Kremlin
El presidente ruso ha pedido destituciones por lo que considera anarquía y absoluta falta de seguridad en los aeropuertos de Moscú, además de ordenar a las fuerzas antiterroristas la aniquilación sobre el terreno de los instigadores de la horrible matanza del lunes en Domodédovo. El primer ministro Vladímir Putin prometió ayer venganza por el atentado. Ambos, Medvédev y Putin, asumen que la nueva matanza, no reivindicada todavía, se debe una vez más a fanáticos de la explosiva región rusa del norte del Cáucaso, mayoritariamente musulmana y minada por el separatismo islamista. Y vienen a reconocer implícitamente el fracaso del Kremlin para acabar con una insurgencia armada de casi 20 años en su flanco sur, una zona que nunca ha sido plenamente asimilada por Moscú.
Rusia ha sufrido un rosario de espectaculares atentados en los últimos 15 años, en los que han muerto centenares de civiles, a veces con la torpe colaboración de las fuerzas de seguridad. En marzo pasado, dos mujeres de Daguestán se volaron en el metro moscovita, matando a 40 personas. Pero el del lunes es el primero dirigido específicamente contra un objetivo donde se podían hacer tantas víctimas extranjeras como rusas, lo que ha multiplicado el eco del asesinato masivo. No es ocioso recordar que diferentes facciones del Cáucaso -donde se asientan las ensangrentadas Chechenia, Daguestán o Ingushetia- han amenazado con sembrar el terror en Rusia como marco de las elecciones parlamentarias de este año y de las presidenciales de 2012, en las que muchos esperan la vuelta de Putin. Sucesos como el de Domodédovo abonan el terreno a quienes desean el regreso a la jefatura del Estado del expeditivo Putin, cuyos métodos han hecho a Rusia más autocrática, pero dudosamente mejor gobernada.
La brutalidad histórica de Moscú en el norte del Cáucaso -colonizado en guerras de expansión en la segunda mitad del XIX-, acentuada tras la implosión de la URSS en 1991, ha extendido la violencia en lugar de aplacar a una sociedad tribal y lacerada por la pobreza, la corrupción y el radicalismo islamista. El terrorismo ciego que replica a aquellos métodos alimenta a su vez el nacionalismo étnico ruso, al que refuerzan declaraciones como las de Medvédev, un presidente con etiqueta de moderado. La consecuencia de todo ello es un alarmante círculo vicioso de inseguridad en Rusia.
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