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Columna
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Los ejes de la carreta

El problema de Francisco Camps, uno de tantos, es que no se le entienden los chistes. Y cuando hay que explicarlos, la gracia se escacharra. Como monologuista lo va a tener crudo cuando abandone los escenarios oficiales con aplaudidores, coreografías y figurantes de serie, que recibirán al siguiente con idéntico entusiasmo, asimismo muy profesional. Entre las agudezas más socorridas del imputado presidente están los ejes. Que no son los de la carreta de Atahualpa Yupanqui. Y como no lo explica, ni da pistas, hay que ponerse a descartar entre los múltiples significados de la acepción y archivar en la papelera, de entrada, la varilla que atraviesa un cuerpo giratorio y le sirve de sostén al movimiento. El eje como idea fundamental en un raciocinio, tampoco encaja en el discurso. Línea que divide por la mitad el ancho de una calle o camino, va a ser que no. Es más plausible que el amado líder se refiera a un eje de coordenadas, como evocando las potencias Berlín-Roma-Tokio, que además del trazo irregular, acabaron fatal, y con sus gloriosas señeras y estandartes hechas unos zorros. El célebre eje de la prosperidad Madrid-Valencia-Mallorca, con apeadero en Murcia, tampoco se puede decir que haya sido un paseo triunfal, salvo que Camps, con una audacia comparable a Ricky Gervais, el presentador de la reciente gala de los Globos de Oro, identifique el eje en cuestión, más que cabalgata exitosa, como ese incesante desfilar patibulario de imputados en casos de corrupción y sumarios rebosantes, al amparo de suerte y fortunas ajenas al común de la ciudadanía. El espectáculo, pues, tampoco funcionará con un arranque tipo: ¿Saben aquel del eje de la prosperidad...?

Quedan pocas opciones para identificar al eje de referencia. Desde luego el AVE no va a ser, porque se trata de un tren económicamente ruinoso pese al billete subvencionado, pero no lo van a reconocer con los fastos de la celebración aún humeantes en la pira electoral. Otra opción puede ser el eje Ascó-Zarra. Éste sí puede proporcionar el Estado del bienestar, a condición de que haya otra vida, misterio sobre el cual todavía no ha sentado cátedra el cuerpo oficial de tertulianos en activo y a tanto la premonición. Pero entre las alarmas de primera categoría en Ascó sobre lo que hubiese podido pasar y salió rozando el larguero, por así decir, y lo que puede ocurrir en Zarra, el eje cielo-infierno está garantizado. Es poco probable que el presidente recurra al eje Valencia-Túnez, porque de momento no hay riesgo de contagio por parte de aquella revuelta, tan inesperada como saludable. En uno de sus últimos monólogos, Camps ha aventurado que el futuro de España "pasa por el eje Valencia-Murcia". Esperemos que la policía haya tomado las medidas pertinentes y no haya que lamentar más desgracias ni pérdidas patrimoniales. Como eje, es corto, pero ¡Menudo eje! Ahora ya se pueden reír.

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