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Reportaje:

Patrimonio viajero

Los museos extreman las condiciones de seguridad en las que prestan sus obras - Un correo acompaña a cada pieza en el traslado y el desembalaje

El Museo de Bellas Artes se quedará durante siete meses sin una de sus obras maestras del Renacimiento, la pintura de Jan Gossaert La sagrada familia (c. 1525-30), un miembro del gremio de pintores de la ciudad de Amberes que logró fusionar la corriente flamenca de sus orígenes con el interés italiano por el desnudo y la arquitectura clásica. Hasta la semana pasada ha formado parte de la gran antológica que el Metropolitan de Nueva York ha dedicado a Gossaert; ahora espera en Londres la inauguración de la muestra en la National Gallery, el próximo mes de febrero.

El Museo de Bellas Artes dijo sí a la petición del Metropolitan y la National Gallery a pesar de la fragilidad de la obra, una pintura que al estar realizada sobre tabla es especialmente sensible a las vibraciones y los cambios de temperatura y humedad. El monumental proyecto de reunir 145 obras -entre ellas, 50 pinturas de las 65 conocidas del autor- en dos instituciones de gran prestigio inclinó la decisión a favor de la cesión temporal. El museo bilbaíno responde afirmativamente a más del 90% de las peticiones de préstamo de las obras de su colección. En los tres últimos años, ha accedido a prestar a otros museos cerca de 300 obras, mientras que solo ha denegado la salida de 23 piezas. "Prestar es positivo. Pone en valor las piezas de la colección, permite estudiarlas mejor y restaurarlas si es necesario, y supone cumplir con nuestra misión de divulgación del patrimonio y crear cultura colaborando con otros museos", defiende su director, Javier Viar.

El Museo de Bellas Artes deniega el 10% de las peticiones; el Guggenheim, el 40%
El director del Artium considera que es un centro "prestador"

Los responsables del Artium y el Guggenheim comparten la opinión sobre los beneficios derivados del préstamo para el prestigio de sus colecciones, aunque cedan obra en proporciones muy distintas. El Artium se considera "un museo prestador", en palabras de su director, Dani Castillejo. Los datos lo corroboran: se rechazó la salida de 11 obras de un total de peticiones que ha superado las 180 entre 2008 y 2010. El Guggenheim, en cambio, reduce la concesión de préstamos a una media del 60% de las solicitudes que recibe, según el cálculo de su directora de actividades museísticas, Petra Joos.

El préstamo del gossaert ha sido una excepción porque las pinturas sobre tabla son tan delicadas que, normalmente, no se prestan. Las peticiones para exponer el retablo de Pere Nicolau, del siglo XIV, por ejemplo, han sido siempre denegadas por el Museo de Bellas Artes. El Guggenheim también actúa con especial cautela en el caso del óleo de Rothko que posee, aunque ha viajado a exposiciones en Roma y Basilea, y con La gran antropometría azul, de Yves Klein.

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Los riesgos de los traslados se asumen extremando las condiciones de seguridad. El proceso es similar en los museos de primera línea. "Lo importante es seguir un criterio objetivo para tomar la decisión", señala Joos. Los técnicos analizan el proyecto para el que se solicita la obra y si las condiciones de exposición y la seguridad son idóneas. "Deben ser, al menos, las mismas que rigen en el museo", explica el responsable del departamento de restauración del Bellas Artes, José Luis Merino. Además, la pieza debe estar en un estado de conservación que le permita soportar el estrés del viaje. En ocasiones, las instituciones acuerdan afrontar la restauración necesaria para el traslado. "Las exigencias de los museos están prácticamente estandarizadas a nivel internacional. Pedimos, más o menos, las mismas garantías de transporte y embalaje", añade Merino.

Si el informe técnico es favorable y los órganos de dirección dan luz verde, la obra sale del museo acompañada de una persona de los departamentos de conservación. El correo viaja con la pieza hasta el destino, asiste al desembalaje y vuelve a recogerla.

La caja climática es la última innovación para proteger a las pinturas en los traslados y durante el tiempo que dure el préstamo. Las cajas que elaboran en el Bellas Artes se forman con una lámina de un material transparente, antirreflectante y con filtros que cubre la parte frontal de la obra. El montaje trasero se refuerza con otro material plástico transparente que ayuda a mantener estable el grado de humedad en el interior. Los conservadores sabrán al regreso qué condiciones han rodeado la pieza desde su salida del museo. Dentro de cada caja se instala un sensor de temperatura y humedad, con capacidad también para registrar si ha recibido impactos. Otro chivato colocado en el exterior permitirá comparar los datos para evaluar si la caja ha aislado la obra de forma conveniente.

La protección de la climabox, en la terminología profesional, mejora las prestaciones del cristal. "Casi pasa desapercibido para el espectador", destaca Merino. Tanto, que no se retira cuando la obra regresa al museo, aunque ya no es necesaria.

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