El maldito gas preocupa a Israel
Dicen que la riqueza natural acaba siendo una maldición para cualquier país. Ningún país, sin embargo, deja de buscar maldiciones en su subsuelo. Israel ha encontrado dos, gigantescas, en el fondo de sus aguas territoriales: los depósitos de gas Tamar y Leviatán harán de Israel un país exportador de energía (las dos reservas combinadas equivalen a unos 3.500 millones de barriles de petróleo), cubrirán sus necesidades durante décadas y generarán un negocio cercano a los 300.000 millones de euros. Evidentemente, nadie renuncia a una maldición así.
Pero la parte maldita de la bicoca existe. ¿Cuál es el problema? Varios.
Para el Banco de Israel, el gas supondrá muchas preocupaciones. La autoridad monetaria israelí lleva tiempo gastando millones de dólares (las cifras no se hacen públicas) para evitar que la divisa, el shekel, suba frente al dólar y el euro. Israel apenas ha sufrido la crisis mundial, sus bancos carecen de problemas relacionados con hipotecas impagables y su economía ha crecido un 3,5% en 2010. Por estas razones, y al contrario que en Europa, los mercados financieros especulan con la revaluación del shekel. Algo que no conviene a Israel, que vive principalmente de la exportación de tecnología media y alta.
Hay un problema: partes del hallazgo están en aguas de Líbano y Gaza
Israel ha descubierto dos enormes depósitos de gas en el mar
La llegada del gas, en unos años, hará mucho más difícil la lucha por mantener barato el shekel. Posiblemente será inútil seguir interviniendo en los mercados y el shekel subirá al mismo ritmo que las reservas de divisas. Entre lo que ahorrará dejando de comprar gas a Egipto y lo que ingresará por las ventas, Israel acumulará un tesoro. Y el tesoro equivale a moneda fuerte. Eso preocupa al Banco de Israel porque puede dañar el tejido industrial del país, cuya competitividad comercial descenderá.
Otro problema para el Gobierno israelí es el reparto del futuro dinero y su administración. Hasta ahora, el Estado de Israel solo exigía cobrar el 15% de lo que generaran sus recursos naturales; podía permitirse ser generoso, porque no había recursos. Con el gas a la vista, Benjamín Netanyahu ha anunciado esta semana que el porcentaje subirá hasta el 70%, nada menos. El consorcio que ha descubierto los yacimientos y que se apresta a explotarlos (la empresa estadounidense Noble Energy y la israelí Delek) podrá recuperar sus inversiones y acumular un cierto beneficio, aún no determinado, hasta que el Estado se lleve la mayor parte de lo que extraiga, pero ya ha acusado a Netanyahu de espantar a los inversores, de crear inseguridad jurídica y de arruinar la imagen del país.
Hay un tercer problema especialmente delicado. Las plataformas de extracción estarán frente a Haifa, a unas 100 millas náuticas de la costa y en aguas territoriales israelíes, pero los yacimientos se extienden hacia el norte y parte de ellos se encuentran bajo aguas libanesas. Líbano, que está en guerra con Israel, ha pedido a la ONU que salvaguarde su parte del gas y evite que Israel se lo lleve todo. Israel no piensa ceder un metro cúbico a un país enemigo. Para acabar de complicar las cosas, también podrían reclamar su parte del gas Gaza (el extremo sur de la bolsa está frente a sus costas) y la república turca del norte de Chipre. Si se busca una excusa para que vuelvan a volar los misiles, esta es casi perfecta. -
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