Cóctel o postre líquido

Su originalidad reside en que desempeña distintas funciones dentro de un espacio único. Entre las mesas de su restaurante y las dos barras independientes (gin bar y cóctel bar) se halla una amplia zona de estar ideal para charlar o tomar copas. Y en un extremo, a la vista de los clientes, la cava de vinos, habitáculo acristalado con mesitas y taburetes, repleto de grandes marcas, lugar donde se expenden vinos por copas con márgenes razonables. Según las palabras de Manuel Quintanero, ideólogo y director del proyecto, "un bar restaurante de horarios largos, con múltiples propuestas, ideal para picar entre horas, cenar, degustar vinos o disfrutar con los mejores cócteles o gin-tonics en compañía de música de DJ". En suma, un multiespacio en el que cada metro cuadrado está estudiado al milímetro. Y todo ello arropado por un interiorismo contemporáneo presidido por una alargada mesa de cuarzo retro iluminada.

Sorprende su cocina, de corte tradicional, que corre a cargo de Carlos Rojas, ex cocinero del Goizeko Wellington, que aunque no tiene otra pretensión que cubrir el expediente, sale más airosa de lo esperable. Está bien la ensaladilla rusa, no desentona la tortilla de patatas con cebolla, cumple el steak tartar aliñado de manera liviana, y es sabroso el risotto de hongos. Tampoco se quedan atrás los pescados y las carnes. Más que aceptable el lomo de atún sobre cama de tomate, jugoso el bacalao a la crema de guisantes, graciosas las minihamburguesas de carne roja, y muy caseras las albóndigas. Junto a los postres que salen de la cocina (tarta fina de manzana, arroz con leche) se ofrecen otras especialidades líquidas que elabora al momento el barman, cócteles dulces con el sabor de postres como el tiramisú. El precio medio: 30 euros por persona, vinos y cócteles aparte.