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Columna
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Fábricas de cultura

Si todo se desarrolla según lo previsto, el próximo mes de abril se inaugurará el auditorio de Alicante, que ha construido la Diputación provincial. Se trata de un magnífico edificio, de línea moderna, situado en el paseo de Campoamor, que ha proyectado el arquitecto García Solera. Quienes han tenido ocasión de visitarlo aseguran que reúne todas las condiciones deseables para la música. En algún caso, se ha apuntado que la capacidad del auditorio quizá resulte excesiva para los aficionados a la música que tiene Alicante. No parece que José Joaquín Ripoll comparta esta opinión. El presidente de la Diputación ha querido construir una obra de envergadura, que no pase desapercibida, y para la que no ha reparado en gastos. ¿No es así como se hacían las cosas entre nosotros, hasta que sobrevino la crisis económica? Por cierto que el Gobierno Camps aún no ha abonado la subvención a la que se comprometió en su día, y Ripoll ha debido arreglárselas solo.

Cuando el auditorio se inaugure, Alicante dispondrá de un número de edificios dedicados a la cultura realmente notable. En poco tiempo, hemos visto abrir sus puertas al Museo de Arte Contemporáneo (MACA) y al conjunto de las Cigarreras, ambos pertenecientes al Ayuntamiento. A ellos, hay que añadir el Marq, y el museo provincial de Bellas Artes, que, como el auditorio, son obra de la Diputación en años recientes. Para una ciudad de trescientos mil habitantes, que son los que tiene Alicante en la actualidad, no está nada mal lo edificado.

Ante esta abundancia de construcciones, la primera pregunta que cabe hacerse es cómo vamos a pagar a su funcionamiento. El gasto corriente de estos edificios suele ser considerable, y a ello hay que sumar el coste de las exposiciones o los conciertos que se celebren. La cultura no es barata, aunque pueda generar ingresos. Sobre este punto, sin embargo, no hemos escuchado una palabra. En un momento en que el Ayuntamiento de Alicante se ve obligado a reducir el presupuesto, la cosa tiene su intríngulis. Al anunciar la inauguración del auditorio, Ripoll ha dicho que organizará "un concierto importante" para celebrarlo. No sabemos qué sucederá después de ese "concierto importante".

La multiplicación de espacios culturales ha creado el efecto de que la cultura goza de un momento óptimo en Alicante. Me temo que nos encontramos lejos de esa realidad tan deseable. El motivo quizá estribe en que, con excepción del Marq, que contó desde el primer momento con un director profesional y un equipo competente, el resto de museos está dirigido por políticos. Esto explica las trayectorias tan opuestas seguidas por uno y otros. En el Marq se optó por la profesionalidad, lo que permitió definir con claridad el objetivo del museo y trabajar en consecuencia. En los otros casos, fueron los concejales o los diputados de cultura quienes ejercieron la dirección. Como se trataba, por lo general, de personas poco cualificadas para estos menesteres, los resultados han sido irregulares, con decisiones poco fundadas, cuando no incomprensibles. Esta falta de profesionalización ha perjudicado, naturalmente, a la cultura, pero, sobre todo, a la ciudad, privada de ese fermento de renovación que aporta el arte cuando se produce en libertad. Esto no lo han entendido los políticos alicantinos, que desconocen el valor de la cultura en la economía actual, y prefieren el pequeño poder de decidir sobre ella.

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