Mil 'blues' (y una armónica)
Cada año que pasa, más grabaciones rotundas pasan a dominio público. Eso indigna a las discográficas propietarias de añejos catálogos pero, aleluya, también permite recopilaciones tan monumentales y baratas como ABC of the blues. Un cofre fabricado en Alemania con 52 discos, más de mil canciones interpretadas por unos cien artistas; en la primera tirada, hasta se regala una simpática armónica Hohner. No se van a creer el precio: poco más de un euro por CD. ¿Hay truco? Desde luego. ABC of the blues cojea en información: no esperen listados de músicos, sellos o fechas. Son discos mondos y lirondos, más un cuaderno donde el coleccionista Samuel Cameron esboza biografías de los creadores, en tono risueño y fantasioso: en el reverendo Skip James, ve un antecedente de Antony Hegarty. Y aquí está el encanto de ABC of the blues: la selección rechaza marcar el paso de las ortodoxias habituales. Generalmente, los artistas interpretan 10 o 20 temas (medio CD o un CD entero). Los grandes nombres no siempre tienen derecho a discos completos: Muddy Waters o John Lee Hooker ocupan medio disco, como si el compilador pensara que el comprador potencial ya posee abundantes grabaciones de ambos gigantes. Queda reflejado el legendario desplazamiento vital de los bluesmen, desde el delta del Misisipi al gueto de Chicago. Y su consiguiente evolución estilística: del profundo blues rural -Robert Johnson, Son House, Charley Patton, Bukka White- a los exuberantes pistoleros urbanos y eléctricos, tipo Buddy Guy, Magic Sam, Otis Rush. ABC of the blues enriquece la narración convencional. Hay espacio para la música de Nueva Orleans, que se desarrolló aparte de la corriente principal: aquí brillan Huey Piano Smith, Profesor Longhair, Smiley Lewis, Cousin Joe y Snooks Eaglin. Este último, virtuoso guitarrista ciego, no desmerece al lado de los míticos Blind Blake, Blind Willie McTell o Blind Willie Johnson. También está bien representado el sofisticado rhythm and blues californiano: Roy Milton, Amos Milburn, Percy Mayfield, Pee Wee Crayton, Charles Brown, Wynonie Harris. Vocalistas de traje y corbata, con metales y piano, el latido de la Central Avenue de Los Ángeles, tal como la retrató Walter Mosley en sus novelas. Locales que conoció el único blanco presente en la antología, Johnny Otis, descendente de griegos que saltó al otro lado de la barrera racial. La caja tritura el viejo concepto izquierdista del blues como expresión atormentada de la experiencia afroamericana. Había mucho de eso -miserias amorosas, miserias sociales, miserias existenciales- pero, ante su público natural, el bluesman debía facturar igualmente música para bailar, música de desafío, música de incitación erótica. Así, se rescatan diez temas de Blue Lu Barker, a la que Billie Holiday consideraba su "mayor influencia". Ambas fueron extremadamente precoces pero, mientras Billie se transformó en el ruiseñor de alma atormentada, Blue Lu Barker siguió animando clubes nocturnos donde, en vez de lamentos agonizantes, se celebraban números picantes como Préstame tu marido o El blues del trombonista. En ABC of the blues se cuelan pillos que no encajan en el canon purista. Bo Diddley, desde luego, pero también Richard Berry, autor de Louie, Louie o Have love, will travel. Y ese ganso llamado Slim Gaillard, cuyo swing guitarrero y exuberancia verbal fascinaron a Jack Kerouac (y que llegaría a rodar una película con David Bowie). El orden alfabético propicia algunas yuxtaposiciones divertidas, junto a otras que tienen mucho sentido: comparten CD los dos intimidantes bluesmen conocidos como Sonny Boy Williamson, el que murió asesinado en Chicago en 1948 y el que vivió hasta 1965, a tiempo para educar a los Animals y los Yardbirds, aterrorizados conjuntos que le acompañaron en giras británicas.
ABC of the blues. (Membran / Karonte).
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