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Reportaje:ARTE / Exposiciones

Siete artistas y un banquete

Hace un año el curador mexicano Cuauhtémoc Medina diseñó las reglas del menú para la segunda convocatoria del PAC (Proyecto de Arte Contemporáneo): siete artistas intervendrían consecutivamente sobre la obra del que le antecedía. Desde entonces, la mise en scène del programa, bautizado con el descriptivo nombre de Dominó caníbal, se ha sucedido en Murcia en un mismo espacio, Verónicas, una iglesia conventual del siglo XVIII que desde hace dos décadas funciona como sala de exposiciones temporales. Sólo dos artistas negociaron su orden de participación: Jimmie Durham (Arkansas, 1940) pidió iniciar el juego y a Tania Bruguera (La Habana, 1968) le apetecía devorar al sudafricano Kendell Geers (Bienal de Venecia de 1993, mayo 1968) y ser deglutida a su vez por Rivane Neuenschwander (Belo Horizonte, 1967), una opción temporal que, destinos de azar, hizo que la artista cubana, célebre por su activismo político, se colase en la agenda política y económica del país al coincidir su exhibición con la huelga general convocada para el día 29 de septiembre. Días antes Bruguera ya había invitado al público a sumarse a su propuesta para que pintara en los intercolumnios y terminara los murales de reconocible iconografía política que habían empezado colectivos de artistas. Al final de la muestra, asaltada por el libre albedrío de los ciudadanos, la sala se había llenado de soflamas. Pero allí, en medio de botes de pintura y brochas, continuaba el objeto fundacional que ha permanecido en las instalaciones: las piedras de Durham. Este artista abrió el dominó alterando el espacio excluyente del templo al llenarlo de aquello que había encontrado extramuros. Hasta la iglesia hizo llevar suvenires sacados de las basuras: desvencijados electrodomésticos, ruedas de camión, bidones... y piedras. Piedras de toda índole que él mismo ordenó mientras en los muros inscribía pintadas descubiertas en sus recorridos por la región de Murcia y un grafiti destacando en el ábside: "Cierra tu boca abre tu". La siguiente artista, Cristina Lucas (Jaén, 1973), manufacturó aquellos objetos-encontrados y los convirtió en objetos-útiles. Los bidones cortados por la mitad se transformaron en parrillas sobre las que asó carne de cerdo e invitó a artistas y periodistas a almorzar, forzándoles a jugar a un gustoso quid pro quo. Tras el mismo trasladaron los bidones hasta la nave central para ordenarlos siguiendo la cruz latina de la misma: In hoc signo vinces. Pero allí, en un rincón del viacrucis de Lucas continuaban las piedras que volvió a utilizar Geers. En medio de ambas propuestas se coló la de los anónimos Bruce High Quality Foundation. Su solipsista instalación arrasó literalmente con todo. Proyectaron en el ábside una videocreación que documentaba su viaje hacia Murcia desde París. Resultado: un diario de estampas desiderativas ilustradas acompañadas por el soniquete de un theremin en la frontera del sentimiento y el sentimentalismo de cualquier turista, pero ensambladas con el discurso intelectual de dos figuras que rebuscan en los lindes de la historia y su reverso: Walter Benjamin, al que visitan en su tumba en Portbou, y el cineasta Chris Marker y su inevitable gato. Además ocuparon la nave central con una lengüeta de alquitrán de la que fluía un olor insoportable. Al final de la misma Medina graba una entrevista (puede verse en la página web oficial) en la que interpreta el esquizofrénico papel de entrevistador y entrevistado, al interrogar y contestar las preguntas dirigidas a este grupo anónimo que arrasa con cualquier idea de continuidad con respecto a sus iguales, pero que sucumbe (lo hacen casi todos los artistas) a la sintaxis arquitectónica que marca el orden jerárquico del templo. Al rescate de objetos y memoria acudió Kendell Geers quien consiguió una lograda reinterpretación del espacio abriendo vericuetos insospechados como la cripta donde descansan los huesos de las monjas. Antes de su inauguración convocó a un público heterodoxo para presenciar una catártica danza interpretada por Ilse Ghekiere, quien se alumbraba con luces de cerillas que proyectaban su fantasmagórica figura. También se balanceó sobre el columpio que ideara Lucas con una rueda de camión sujeto al techo por gruesas cadenas. Entre luces y sombras descubrimos el nuevo orden establecido por Geers. Soldó a modo de columnas los bidones, colgó las parrillas en el ábside junto al dibujo inquietante de un hombre prehistórico, empaquetó el alquitrán, dibujó mandalas-escudos negros en los muros y dejó que la naturaleza y la luz penetraran en la sala al llevar hasta allí unos árboles de tronco blanco. Y, de nuevo, las piedras volvieron a la iglesia. Una de ellas fue enclaustrada en una vitrina rememorando una obra suya gestada en 1993. Bruguera, atenta a lo político pero también a la historia del arte, rompe esa hornacina e introduce en ella el adoquín de la casa de François Villon de Durham. Posteriormente, Rivane Neuenschwander situará la misma vitrina bajo el centro de la bóveda como si fuera el exvoto que recorre su despejada propuesta en la que los murales de Bruguera son parcialmente velados con una mano de pintura blanca. Con ello logra un orgánico palimpsesto de puños, banderas y obreros que asoman en lo alto de las paredes de color de las apacibles estancias de Rivane, para tornarse místicos murales. La artista brasileña también permite la participación ciudadana como Tania, pero su propuesta es de revelación íntima: sobre papelitos debemos confesar a qué tenemos miedo. Las anotaciones deben dejarse entre las rejas del cubículo que clausuraba a las monjas. Allí, finalmente, a los pies del templo, es donde deposita Francis Alÿs (Amberes, 1959) los objetos de exposiciones anteriores, entre ellos la vitrina y las piedras. En el templo resuenan las manifestaciones de personas que relatan su experiencia en el proyecto. No hay prisa, podemos ver las grabaciones sentados cómodamente en los sofás que hay frente a los televisores. Ahora bajo la bóveda hay una piedra pintada de azul. Con ella podemos empezar a jugar sobre una rayuela pintada en el suelo. Su crucero se dirige en dirección contraria al de la iglesia: hacia el Oeste. Por fin, un simple juego de niños ha quebrado el flujo espacial que rige la iglesia. Fin de partida.

Finalmente, a los pies del templo, es donde deposita Francis Alÿs los objetos de exposiciones anteriores, entre ellos la vitrina y las piedras
Bruce High Quality Foundation proyectaron en el ábside una videocreación que documentaba su viaje desde París
Durham abrió el dominó alterando el espacio excluyente del templo al llenarlo de aquello que había encontrado extramuros
Al rescate de objetos y memoria acudió Kendell Geers, quien consiguió una lograda reinterpretación del espacio

Dominó caníbal. Jimmie Durham, Cristina Lucas, Bruce High Quality Foundation. Kendell Geers, Tania Bruguera, Rivane Neuenschwander, Francis Alÿs. Sala de exposiciones iglesia de Verónicas. Murcia. Hasta el 20 de enero. www.pacmurcia.es.

Instalación del artista belga residente en México Francis <b>Alÿ</b>s, con la que finaliza la sucesión de trabajos de la Bienal PAC. Murcia, titulada en esta edición <i>Dominó Caníbal.</i>
Instalación del artista belga residente en México Francis Alÿs, con la que finaliza la sucesión de trabajos de la Bienal PAC. Murcia, titulada en esta edición Dominó Caníbal.

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