Sudamérica, vamos por ti
Ya no hay placeres culpables. Ese invento del esnobismo musical con el que las élites del buen gusto pretendían hacerse humanas a los ojos del vulgo no tiene razón de ser cuando todo es reivindicable. Una vez todo ha sido fagocitado por la tendencia (excepto el hair rock), la voracidad de una modernidad con pocas ideas, pero muchos blogs que rellenar, cambió de táctica: colonizar. La India fue primero, pero Bollywood se convirtió en música para despedidas de soltera. En cambio, el intento africano fue una jugada maestra. El africanismo blanco de clase media se mantuvo dentro de los parámetros del buen gusto hipster, tan cómodo bailando con Vampire Weekend como fingiendo amar el disco de Ali Farka Touré. No hay nada que quede mejor a un occidental sensible que la pasión por el continente negro. Siguiente parada: Sudamérica, continente arisco a la dominación gringa. Tocaba dignificar el reggaetón más allá de la ironía, darle otra vuelta al punk tropical con Kumbia Queers o fabricar la estrella Diplo, perfeccionando el tumbao de Maluca (en la foto). Electrocumbia, speed merengue, la concha de su madre... Los hipsters de Buenos Aires, Lima o Bogotá no entienden nada.
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