Renovarse o morir

Vivimos en una sociedad en la que la separación entre la cultura y el pueblo se encuentra a un solo clic de distancia, obteniendo prestaciones iguales o similares a las que el mercado nos ofrece en diversos soportes digitales a precios desorbitados. Así pues, según las teorías clásicas del capitalismo, la corroboración de que un producto ha quedado desfasado debería impulsar a la industria audiovisual al desarrollo o mejora de otros productos cualitativamente superiores a los que ya podemos obtener de forma gratuita.

En cambio, dado que a la industria no le interesa invertir en investigación y desarrollo, esta se aferra a productos obsoletos y/o poco competitivos aplicando medidas proteccionistas basadas en la prohibición y la criminalización. Parece que la ley del máximo beneficio a corto plazo supera la máxima de "renovarse o morir". Así, con la excusa de la protección de la propiedad intelectual y los derechos de autor, se priorizan los beneficios de unos pocos en detrimento de los consumidores. Criminalizar a quien hace uso de las nuevas tecnologías es intentar poner puertas al campo. Con ello, la industria audiovisual no consigue más que impedir su propia evolución, que es lo mismo que cavar su propia tumba. Es una de las contradicciones de la sinrazón del capitalismo.