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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La imposible Bélgica

Los Países Bajos del Sur baten hoy el récord europeo de país sin Gobierno

¿Por qué en los años treinta del siglo XIX se creó Bélgica? Una visión algo cínica, pero no sin base geopolítica, recuerda que Reino Unido no quería que Holanda, que había recibido los Países Bajos del Sur -hoy, Bélgica- al fin de las guerras napoleónicas, controlara el gran puerto de Amberes junto al de Ámsterdam. Y, tras un par de escaramuzas fronterizas y una base social de catolicismo al sur contra calvinismo al norte, amaneció un nuevo país europeo que el progreso de la democracia ha hecho casi inmanejable.

El pasado 13 de junio se celebraban las elecciones que dibujaban un consumado círculo vicioso. Siete partidos, socialcristianos, socialistas y verdes, multiplicados por dos, uno valón -francófono- y otro flamenco -neerlandófono- más los secesionistas de la Nueva Alianza Flamenca, que con un 30% de sufragios es la formación más votada, habrían de amigarse en un Gobierno cuando lo que solo une claramente a las dos mitades del país apenas es la corona que ciñe Alberto II.

Hoy se bate el récord europeo sin Ejecutivo con solo un equipo de gestión; un récord que detentan los holandeses con 208 jornadas en el limbo. En sí mismo eso no sería terrible, porque ponerse de acuerdo en vivir al día funciona -véase si no, la Italia de la Primera República- mientras que lo peliagudo es encontrar un Gobierno que represente a esa Bélgica, cuyas partes se quieren tan poco. Pero es que en medio del marasmo financiero europeo ese equipo de gestión no puede tomar las medidas necesarias con que reabsorber un déficit de 25.000 millones de euros para 2015, y aún menos resolver la disputa lingüística de cuatro pequeñas localidades próximas a Bruselas.

Desde los años setenta Bélgica se desliza de Estado unitario al grado máximo de descentralización -la confederación- y cada crisis se ha resuelto distendiendo los lazos nacionales, que hoy son de un laxo federalismo. Cada vez queda menos camino por recorrer hasta la separación. La base sobre la que se negocia ahora para formar Gobierno impone una descentralización mayor, pero aun así los nacionalistas flamencos han ahondado la crisis exigiendo un avance mayor.

Europa no necesita dos Estados belgas. Hay que exigir a los partidos que sean capaces de cuadrar ese círculo, manteniendo un esquema federal que da a cada uno mucho de lo que pide y no quita nada a nadie de lo que le pertenece.

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