Con Agüero sobra
Madrid y Atlético se medirán en cuartos tras una genialidad del Kun que rompió a un Espanyol tan valiente como irreflexivo - Será el primer derbi en el torneo desde los octavos de 1994
El Espanyol pagó cara su desfachatez. Exigido por el resultado de la ida, el equipo blanquiazul no se anduvo con remilgos al tirar de una propuesta tan incisiva como temeraria, siempre a través de la circulación de la pelota y, sobre todo, de la velocidad de los hombres avanzados. La apuesta, en cualquier caso, le salió rana porque luchó contra su propia impaciencia y no frente al desabrido Atlético, bien plantado sobre el césped y con la obsesión de gestionar de forma rácana pero eficaz su ventaja. Careció el Espanyol de flema, de pausa, de esas décimas de segundo que requiere el juego y el futbolista antes de ejecutar la siguiente acción. Así, arrancó la elaboración con serenidad y acierto en la primera línea, se aceleró en la segunda y antes de llegar a la tercera ya estaba desbarrada por completo. Una alegría superlativa para el Atlético, que con bien poco consiguió mucho, un empate que le valió el salvoconducto para los cuartos de final. Le bastó con el Kun, un genio del balón.
ESPANYOL 1 - ATLÉTICO 1
Espanyol: Cristian; Chica (Javi López, m. 82), Forlín, Amat, Dídac; Duscher, Javi Márquez; Sergio García, Verdú (Luis García, m. 56), Dátolo; y Álvaro (Iván Alonso, m. 68). No utilizados: Kameni; Baena, Callejón y Raúl Rodríguez.
Atlético: De Gea; Ujfalusi (Valera, m. 56), Perea, Domínguez, Filipe Luis; Raúl García, Mario Suárez, Assunção (Koke, m. 61), Reyes; Diego Costa (Antonio López, m. 80) y Agüero. No utilizados: Joel; Godín, Borja y Fran Mérida.
Goles: 0-1. M. 25. Agüero. 1-1. M. 93. Luis García, de libre directo.
Árbitro: Pérez Lasa. Amonestó a Raúl García, Ujfalusi, Luis García, Diego Costa, Domínguez, Amat, Duscher, Dátolo, Forlín e Iván Alonso.
25.212 espectadores en Cornellà.
Assunção pasó la noche en observación tras recibir un golpe de Amat en la cabeza
El exilio de Simão a Turquía ha descompuesto un tanto al Atlético. Entre otras cosas, porque Quique Sánchez Flores entiende como innegociable el ataque por los costados y el equipo anda escaso de extremos y de talento organizativo. Solo desborda Reyes y no hay pases interiores que otorguen posiciones de superioridad al Kun o a Forlán, ausente anoche por un incordioso esguince. Se premia al músculo y se tapan agujeros, como situar a Raúl García de interior derecho. Una demarcación en la que chirría porque no profundiza y porque de forma involuntaria se tira sí o sí hacia dentro. A favor, sin embargo, tiene que no se hace el remolón en las exigentes demandas defensivas del puesto. Una virtud contagiosa en el Atlético, que si bien no brilló por su ingenio, resultó excelente en la destrucción, con todos los peones solidarios y al servicio del colectivo. Bueno, todos no. Pero es que el Kun estaba para otras cosas, como para definir el partido.
No pudo detener el Espanyol a Agüero porque no le prestó suficiente atención. Optó por lo bizarro y espléndido pero un pelo irreflexivo, por atacar sin atender al retrovisor. Pecó de valiente, como situar a Chica de lateral resorte y no como pareja de baile de Reyes. Aunque la mayor pifia pareció radicar en el juego de bandas, con Sergio García desatinado desde que comenzara el curso -hasta el punto que la afición ya le ha prodigado silbidos porque su precio no se corresponde a los cinco millones de euros que costó-, y con Dátolo y su acentuada teoría del ChupaChups. El argentino tiene fútbol, desborde, requiebro y velocidad, pero ninguna intención de asociarse con los compañeros, de mezclar o combinar. Egoísmo que destempla al equipo, organizado a base del toque, y que le define como un futbolista revulsivo pero nada regular para apuntar a la titularidad. La falta de pase y profundidad repercutió en el joven Álvaro, aislado en el frente de ataque, sin balones ni oportunidades, porque la medular le lanzaba asistencias imposibles por encima de la zaga. Imposibles porque el Atlético retrasó la última línea, de la mano de De Gea.
No hubo muchas más oportunidades en el área opuesta. Pero el Kun es otro mundo. Agüero no necesita un balón entero; le alcanza con medio. Como ese que recibió de casualidad en la zona de tres cuartos y que absorbió entre una maraña de contrincantes. Lo bajó al piso, se giró y arrancó en velocidad vertiginosa, siempre vertical.
El remate, definitivo, rompió el larguero antes de entrar a gol. A la siguiente jugada, en apenas un palmo de césped, rompió dos cinturas y no marcó de chiripa, porque la pierna de Cristian salió al paso a tiempo. Y así en otras dos ocasiones, poco aptas para cardiacos por su sensacional desequilibrio, por ser un punzón indetectable. No le hizo falta más porque el guión del partido tampoco lo requirió, nulo el colegiado, descafeinado el Espanyol con dos disparos de Luis García -uno hizo brillar a De Gea y el otro, de libre directo, entró a gol-, y con otro remate de Raúl García al travesaño y un último de Reyes a las manos de Cristian. Empate, poco fútbol y algo de Agüero, que ya es mucho. Le sobró al Atlético para alcanzar los cuartos de final.
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