_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Crepúsculo naciente

De visita, hace unos años, un amigo norteamericano sureño (er... ustedes ya me entienden) concluyó que Galicia tenía que estar al sur, como Arkansas o Louisiana, porque está en la península Ibérica y eso es el sur de Europa. Lo decía porque este país le pareció muy simpático y ellos consideran que los del norte -una reminiscencia de su Guerra Civil- son unos antipáticos. Se le aclaró que nosotros habíamos solucionado el dilema fácilmente: en todo caso somos del oeste y santas pascuas. "Ah, claro", dijo el norteamericano sureño, "ahora lo entiendo. Nosotros también distinguimos entre el Sur, el Norte y el Oeste". A continuación puntualizó que Texas es un poco aparte y que Alaska y Hawai no cuentan, y se rió cuando se le dijo que los países satélites -incluida España- tampoco; pero eso es otro asunto. Los norteamericanos, pues, dividen su inmensa Unión en cuatro partes: Norte, Sur, Texas y Oeste (como si fueran las provincias gallegas entre las que, por diversas razones que no vienen al caso, tampoco cuentan O Bierzo, Buenos Aires o Brasil), así que, a ojo, los USA tendrían en Seattle su Ferrol y en San Francisco su Vigo. No somos tan distintos.

Los USA dividen la Unión en cuatro partes y tendrían en Seattle su Ferrol y en San Francisco a su Vigo

En una de las aventuras del Padre Brown (El extraño crimen de John Boulnois, 1914), Chesterton imagina un periódico del Oeste americano, el Western Sun, apodado el Crepúsculo Naciente por el gremio, ya que "el sol saldría por el oeste si los americanos lo empujasen un poco más". Nosotros no tenemos al Padre Brown pero tenemos a Rouco Varela (bueno, lo tienen en Madrid) que no se dedica a resolver crímenes y enigmas pero que no hace más que plantear problemas con el regreso a la Reserva Espiritual de Occidente. Esto -lo de Occidente- lo dice porque es gallego (aunque sea de una de las dos provincias orientales pero, como con el norteamericano sureño, también aquí hay que simplificar). Y aquello -lo de la Reserva Espiritual- lo dice por España que, visto lo visto, no está ni al norte ni al sur ni al este ni al oeste. Por eso no sabemos si Rouco está hablando de una reserva india en el estado de Oregón, que eso sí que es occidental y las gentes nativas norteamericanas (las pocas que quedaron) son muy espirituales, con su Espíritu de la Pradera, su Manitú y todo.

Ni sabemos si, por el contrario, de lo que habla Rouco es de vinos cuando se refiere a reserva, que de buena crianza es hablar de los caldos de la tierra; amén de las bebidas espirituosas -también para el espíritu- que se pueden reservar en barricas durante mucho tiempo pillando así su colorcillo. Ahora que las cestas de navidad de este año están que echan la lengua (siempre queda algún horrible polvorón por ahí perdido) y hemos hecho el indio lo suficiente, Rouco nos lo tiene que aclarar. Habrá que preguntárselo como en las películas de John Wayne: "¿Gran Jefe glú glú glú?". A lo que él puede contestar que si, que "glú glú glú", si se refiere al agua de fuego; o puede contestar "¡Jau, jau!" si está hablando de reservas que, en Galicia, toman forma de barrios, polígonos industriales, parques eólicos e instituciones: castigo de los dioses por destruir la Montaña Sagrada (Gaiás Ppahé en sioux).

Que no necesariamente todo va a ser bueno en la Costa Oeste, ya sea en Galicia, California o Galilea. Los Reyes Magos vinieron de Oriente, pero si les dio por seguir hacia adelante en vez de darse la vuelta, al llegar al Mediterráneo se ahogaron, porque los camellos no saben nadar. De ahí un segundo significado de "glú glú glú": lo que se nos viene encima después de tanto Pow Wow (fiesta jolgorio en sioux) como tuvimos en estas fechas. El mes de enero va a dejar de ser una cuesta, más o menos empinada, para convertirse en el proceloso mar del sol poniente, con serpientes gigantes y monstruos marinos de varias cabezas que no vamos a describir porque ya las conocemos de sobra. Llegados a este punto, a los gallegos nos toca imitar a los norteamericanos de Chesterton: tendremos que empujar un poco más el sol para que salga por el oeste, y después poner a Rouco Varela a bailar la Danza de la Lluvia, a ver si así cae el maná sobre este nuestro país del Crepúsculo Naciente.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_