El tortazo a Ahmadineyad
Hace un año, y durante una acalorada discusión, el jefe de la Guardia Revolucionaria de Irán, Alí Jafari, le arreó una bofetada al presidente, Mahmud Ahmadineyad. La información hay que leerla con la prudencia con la que conviene asomarse a la documentación que procede del Departamento de Estado estadounidense y que ha filtrado Wikileaks, pero la inmediata reacción del régimen integrista, que cerró el jueves el acceso a la web de EL PAÍS, donde se contó el percance, y a cualquier otro sitio que se hubiera hecho eco de la trifulca, parece confirmar aquel viejo dicho que afirma "cuando el río suena agua lleva".
No es ningún secreto que el poder de la Guardia Revolucionaria es en Irán cada vez mayor. Se trata de un vasto complejo militar-doctrinal, con formidables ramificaciones económicas, que obedece exclusivamente al líder supremo del régimen teocrático, Alí Jameneí, presente en todos los frentes (aéreo, naval, terrestre) y cuyos hombres están mejor pagados y equipados que los del Ejército iraní. Estas selectas fuerzas se encargaron de reprimir sangrientamente las manifestaciones populares contra el pucherazo electoral que volvió a dar el poder a Ahmanideyad en junio de 2009 frente a su rival, Mir-Hosein Musaví. Las cifras del trabajo que realizaron durante ese mes caliente resumen su eficacia: una decena de muertos, más de 100 heridos, centenares de detenidos. A partir de entonces han ido reduciendo a la oposición al silencio poco a poco.
Cuando Alí Jafari perdió los estribos y le propinó el tortazo a Ahmadineyad, durante una reunión del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, en enero de 2010, de lo que estaban tratando precisamente era de la envergadura de la represión. Que un líder ultramontano como el actual presidente iraní, que nunca ha dudado en ejercer el poder al margen de cualquier floritura democrática, manifestara entonces que "la gente se siente asfixiada", da una idea de las maneras de la Guardia Revolucionaria.
Así que asfixiados!, debió pensar Jafari al arrearle el sopapo: la culpa es toda tuya, le dijo a Ahmadineyad. Exagerase o no la fuente que informó a los diplomáticos estadounidenses, esa bofetada resume con exactitud la situación actual del régimen de los ayatolás: dividido y cada vez más paranoico.
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