El 'dance' es el nuevo 'hip-hop'
David Guetta lo vaticinó en 2009. "El dance es el nuevo hip-hop", afirmaba en estas mismas páginas. Su disco One love, combinado con su colaboración con Black Eyed Peas, el megaéxito I gotta feeling, y con la eclosión de Lady Gaga, fue un cóctel explosivo de virus que infectaron de manera irremediable el estándar mainstream de principios de siglo. Fueron el propio Guetta y will.i.am, líder de Black Eyed Peas, los que mantuvieron el pulso hasta acabar imponiéndose con sus producciones para Kelis, Usher o Flo Rida.
En 2010, los ritmos sincopados y las colaboraciones de raperos fueron retirándose de las listas discretamente y con el rabo entre las piernas ante la llegada del abusón y populista cuatro por cuatro, los colchones de teclados de influencia trance y el muro de sonido discotequero. Los singles se confundieron con sus remezclas, y dejó de haber diferencias apreciables entre las listas de éxitos de EE UU y Reino Unido con respecto a las del norte y este de Europa, históricamente más entregadas a la fiesta y el cachondeo veraniego.
Los ritmos sincopados han cedido ante el abuso del populista cuatro por cuatro
El fenómeno podría resumirse con una sola canción: Only girl (in the world), el bombazo de Rihanna. Tras un comienzo disco de tintes clásicos, el tema explota con un magnífico estribillo maximalista en el que Rihanna abre su corazón voz en grito, desde el centro de la pista y mirando a la cabina del pinchadiscos. Sus productores, los noruegos Stargate, cuya discografía incluye clásicos del pop negro reciente como Unfaithful, de la propia Rihanna; Irreplaceable, de Beyoncé, o Closer, de Ne-Yo, son uno de los mejores ejemplos para comprobar la adopción paulatina de estos poco sofisticados parámetros por parte del pop masivo.
Algunos productores estrella de la década pasada como Timbaland y Danja, hasta hace muy poco los reyes del estudio de grabación, se han quedado fuera de la tendencia por distintas razones, a costa de haber perdido casi todo su peso en la industria. Otros como Stargate, Benny Blanco o Dr. Luke han adaptado sus acabados a la nueva sensibilidad. Revisando la lista de las canciones más vendidas y radiadas del año según Billboard se encuentran infinidad de ejemplos de este proceso. Dynamite, de Taio Cruz; OMG, de Usher; Club can't handle me, de Flo Rida; I like it, de Enrique Iglesias, e incluso California Gurls, de Katy Perry, y Tik Tok, de Ke$ha, comparten una estética, para entendernos, más propia de Maxima FM o la catalana Flaix FM que de los 40 Principales, y habrían podido ser confundidas por música de baile de origen europeo hasta hace bien poco.
Proclamar la muerte del r'n'b como lo conocemos desde la explosión de artistas como Aaliyah, Brandy o Destiny's Child sería una exageración. B.O.B. o Drake han triunfado este año en mayor o menor medida con discos más respetuosos con esta tradición, y los ya conocidos The-Dream y Ciara han publicado grandes álbumes para el género. Pero de momento se encuentra arrinconado por la alargada sombra de David Guetta y su sempiterna sonrisa. Nadie más que él podría haberse imaginado algo así.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.