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Reportaje:

Lugo se queda sin campanadas

El Ayuntamiento no consigue reparar a tiempo su reloj para la Nochevieja

José Flores Rebolo, el relojero municipal de Lugo, ahora jubilado, tenía ayer un disgusto muy grande. Su ilusión hubiera sido que la esfera de la casa consistorial volviese a latir a tiempo de dar las campanadas inaugurales de 2011. Y trabajó desde el miércoles, nunca mejor dicho contra reloj, con ese fin. Pero se aliaron varias circunstancias adversas, como un retraso en el aeropuerto de Londres y un desajuste en la pieza que venía de Inglaterra, y no pudo ser.

La máquina de 1871 hace bastante que no andaba muy cristiana, por achaques propios de la edad que se venían acusando con los cambios de temperatura y la lluvia. Ya casi se había asumido que en invierno adelantase, apurando el paso, azuzada por el frío, y en verano retrasase, por eso de la galbana estival. Hace cerca de un año, el reloj decidió congelar el paso del tiempo de los lucenses, perturbado en lo más íntimo de sus engranajes por la reparación de la cubierta que, por obra y gracia del Plan E, se llevó a cabo en el Ayuntamiento. Durante estos trabajos, tuvieron que desmontarlo, y al volver a armarlo quedó descoyuntado y ya no volvió a su ser.

El aparato se fabricó en 1871 para la catedral de Málaga
La nueva pieza llegó de Inglaterra con dos milímetros de desajuste

Hubo varios intentos de reparación. Incluso se buscó ayuda en alguna otra comunidad autónoma. Pero, al final, la gran encomienda recayó en Pagán, una empresa viguesa con raíces en un pueblo de Murcia, especializada en relojes, carillones y autómatas de torre. Ante lo peliagudo de la avería, Pagán vio necesario pedir auxilio a la madre del aparato, la vetusta fábrica de relojes Gillett & Johnston, de Croydon (sur de Londres), donde se conservan los moldes originales desde hace siglo y medio.

Gillett & Johnston, que sin excesiva puntualidad británica logró enviar la réplica de la pieza averiada del reloj a mitad de esta semana, se llamaba cuando construyó el aparato Gillett & Bland. Ahora, la marca presume de haber fabricado y mantener en hora los relojes de infinidad de catedrales, iglesias y abadías del Reino Unido; del castillo de Windsor; de los palacios de Kensington y Saint James; de los Reales Tribunales de Justicia; de un sinfín de consistorios, como el de Manchester; del Daily Telegraph; de varias hamburgueserías McDonalds y de tropecientos edificios singulares desperdigados por el planeta.

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La marca enumera construcciones emblemáticas adornadas por sus relojes desde Nueva York hasta Hong Kong, desde Toronto hasta Ciudad del Cabo, pasando por las Seychelles, las Malvinas o las antípodas de Galicia. Pero en su currículo no mienta ni por asomo el ejemplar que, por avatares del destino, acabó encajado en la torre consistorial de Lugo. Quizás es que el abuelo fundador, William Gillett, se murió creyendo que aquel aparato que mandó a España lucía, como era el propósito inicial, en la catedral de Málaga. La suya era todavía una empresa joven (había abierto el taller en 1844) cuando recibió el encargo de la diócesis andaluza. Pero, cuando la máquina llegó a la seo malagueña, resulta que la torre estaba rematada y se quedaba pequeña para el aparato.

La corporación municipal de Lugo andaba desde hacía seis años con la teima de montar un reloj en el consistorio para hacerle la competencia al otro poder municipal, la Iglesia, que tenía torre con esfera en la catedral. En el acta de la sesión del 1 de enero de 1865, ya se recogía la necesidad de "establecer un reloj en la fachada de la Casa Consistorial, ya porque el de la catedral anda casi siempre adelantado, ya porque, siguiendo a los pueblos de alguna importancia, Lugo no puede prescindir de esta mejora sin rebajarse de la consideración que se merece".

En el 71 se levantó la primera torre, diseño de un delineante municipal, aunque hubo que derribarla inmediatamente por sus fallos constructivos. Pero el reloj procedente de Málaga ya estaba en Lugo, así que en 1873 se construyó la definitiva, obra del arquitecto Nemesio Cobreros. Aunque la retranqueó bastante con respecto a la línea de la fachada, todavía hoy hay voces críticas que consideran que la torre resulta un pegote en el edificio barroco que proyectó Ferro Caveiro.

Ayer, el viejo reloj marcaba sin cesar las diez menos diez, inmutable a los esfuerzos de Rebolo y de Pagán. Por un momento hizo el amago de arrancar, pero volvió a pararse. El "mecanismo de disparo del escape", o sea, la pieza que hubo que pedir a Inglaterra, vino de allá con una descompensación de dos milímetros y hubo que mandarla de vuelta a Gillett & Johnston. Lugo tendrá que esperar un año para comer las uvas al fresco de su plaza consistorial.

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