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Columna
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Tierra de acogida

El pasado lunes leía en este diario parte de la encuesta que ha realizado el Instituto de Estudios Sociales Avanzados. Se encabezaba la noticia con la frase de "seis de cada diez andaluces cree negativa la inmigración". Hace cinco años, la misma institución ya hizo una encuesta sobre la percepción de la inmigración en Andalucía. Por entonces, el porcentaje que consideraba negativa la inmigración era el 44,6%. Sobre las razones de este aumento el artículo no dice nada. Y como no dice nada cabe preguntarse si es que se piensa que la inmigración es negativa para la economía; si se debe a la aparición de conflictos sociales o, sencillamente, si es que los andaluces somos hoy más xenófobos que hace cinco años. Alguna razón debe existir para este aumento. Tal vez sea el empleo, pues cada inmigrante que llega a Andalucía trae consigo su fuerza de trabajo y, para muchos, podría ser un problema.

Sin embargo, en este sentido, no parece que Andalucía sea una tierra solo para los andaluces. Ni mucho menos: el 70%, en datos de la misma encuesta, sostiene que "si un español y un inmigrante legal solicitan el mismo puesto de trabajo, se debe seleccionar al más cualificado sin tener en cuenta su lugar de origen". Del estudio, por tanto, parece desprenderse que el archisabido y recalcitrante "vienen y nos quitan el curro" sea el motivo de esta visión negativa de la inmigración. Además, el 66,3% "apoya que los inmigrantes traigan a su familia a vivir con ellos". Tampoco se ve en el aumento de los conflictos sociales (han ido a menos) ni en la inseguridad, ya que cada vez está más alejada de los ciudadanos la frase de "a más inmigración más inseguridad".

La respuesta tiene que venir en otro sentido. Y este sentido hay que buscarlo en el lamentable éxito de la propaganda tan alarmista y extrema de algunos sectores de a derecha de este país. Europa está girando a la derecha y algunos extremistas han encontrado en la TDT una plataforma ideal para socavar el raciocinio de la adormilada audiencia. Al grito de todo por mantener el interés del telespectador, la extrema derecha se cuela en los hogares andaluces a través de cada vez más grandes televisores. Unos televisores que se llenan de mensajes y de tertulianos que, dejando entre paréntesis la consabida fórmula de "la respeto pero no la comparto", como si fueran civilizados, vomitan basura que algunos telespectadores, agotados, acaban por tragarse a fuerza de escuchar una y otra vez la misma cantinela. Es la política de la derecha: repetir y repetir lo mismo y lo mismo, una y otra vez, hasta que cuele. Fue lo que hizo Aznar con el "váyase, señor González" y es lo que hacen no uno ni dos ni tres canales de televisión si no muchos más. Por algún extraño motivo que no entiendo, si en la televisión hay gente enfrascada en agrias polémicas, el dedo tarda un poco más en darle al botón. Suficientes estos segundos para que, poco a poco, como si fuera un grifo que gotea helado sobre la cabeza, el cráneo ceda y algunos cerebros se pudran.

En cualquier caso, los datos de esta encuesta no son alarmantes si se interpretan como una tendencia hacia la xenofobia. Sí lo son si se leen como un reflejo de la subida de la audiencia que cultiva y educa en los intereses de la extrema derecha. Es obvio que el Partido Popular no es la extrema derecha, pero por razones electorales les dejan hacer. Hemos visto cómo en las elecciones autonómicas de Cataluña han desarrollado su campaña para captar votos, rechazando la inmigración con fórmulas seudocivilizadas, pero rechazo al fin y al cabo. Que nadie piense que en Andalucía no brotarán, como cánceres, partidos políticos de corte xenófobo. La encuesta que presenta el CISC no refleja racismo, si no el lamentable éxito de la política alarmista de estos extremistas que aguardan su oportunidad en las próximas elecciones. El PP hace mal en darles, tácitamente, un cierto cobijo aunque mejoren transitoriamente sus resultados. El PSOE hace mal en no tenerlos en cuenta y enfrentarse a estos grupos con toda la fuerza que le da el hacer y el saber que Andalucía ha sido siempre tierra de acogida.

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