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Columna
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Balance

Enrique Gil Calvo

No me gusta la moda estadounidense de elaborar listas navideñas de ten tops, componiendo un ranking de los personajes o los acontecimientos más señeros del año. Pero por una vez, y dada la trascendencia histórica del 2010, voy a caer en la tentación mimética, escogiendo los hechos más significativos que para mal o para bien han marcado la suerte del año que termina, y que a modo de agenda sobrevenida determinarán también nuestro destino en el porvenir.

1. Crisis de la deuda externa. Por una vez, España ha sido uno de los grandes protagonistas del año en la prensa internacional. Todo a causa del creciente descrédito de nuestra solvencia ante los mercados acreedores, que ha hecho caer en picado el rating de nuestros bonos públicos y privados. De ahí la alarma de default que sonó por dos veces, en primavera con la crisis griega y en otoño con la irlandesa.

El mayor éxito político del Gobierno ha sido forzar el final de ETA evitando que lo rentabilice Batasuna

2. Ajuste fiscal del Gobierno. Tanta fue la presión de los acreedores que Zapatero tuvo que abjurar de los derechos sociales para convertirse al rigor fiscal. De ahí los sucesivos paquetes de reformas (congelación de pensiones, recorte de sueldos, subida del IVA, reforma laboral, etcétera) percibidas por sus electores como una traición. Y esto supuso el suicidio político de un Zapatero (mal) metido a redentor.

3. Huelga general de condena. En respuesta al ajuste duro del Gobierno, los sindicatos afines le castigaron montándole una huelga general. Una huelga pírrica por inútil, pues no podía alcanzar sus objetivos reduciendo a sus convocantes a la impotencia. Pese a ello, los sindicatos amenazan con persistir en su error, oponiendo su veto irracional a la necesaria reforma de las pensiones con otra huelga general.

4. Sentencia del Tribunal Constitucional. El epitafio judicial del mandato socialista lo ha puesto el TC con su veredicto sobre el Estatuto catalán, que puso fin a la deriva autonómica desatada por Zapatero con su imprudente oferta de una nueva España plural. Cegada así la vía confederal, ahora ya se puede racionalizar el sistema autonómico de acuerdo a un diseño federal. Pero el árbitro será CiU.

5. Vuelco electoral catalán. El 28-N supuso una sonora derrota tanto del independentismo de ERC como de la ambigüedad filonacionalista del PSC. Lo cual demuestra que el nacionalismo de izquierdas es un oxímoron tan inverosímil como el sacerdocio de izquierdas. Y la victoria fue del tándem formado por el federalista Durán y el confederado Mas. ¿Sabrá Madrit explotar sus contradicciones internas?

6. Patente final de ETA. El mayor éxito político del Gobierno, o al menos de su ministro del Interior, ha sido forzar el final de ETA evitando que lo rentabilice Batasuna (aunque haya sido a costa de firmar un pacto con alguien como Trillo). Pues en su patética impotencia, la banda terrorista no ha sabido encontrar una forma de rendirse, descartando todas las ofertas de la izquierda abertzale. Y quien ha sacado mejor partido de su agonía ha sido el PNV, que aprovechó para firmar con el Gobierno un acuerdo parlamentario de fin de legislatura.

7. Conflicto poscolonial con Marruecos. La inconsistencia de nuestra política exterior se vio puesta dramáticamente de manifiesto con la violenta apertura de nuevos conflictos poscoloniales, atizados y agitados por nuestro vecino magrebí del sur en Ceuta, Melilla y sobre todo El Aaiún. Todo ello sin encontrar más respuesta española que la contraproducente pasividad apaciguadora. Y quien calla, otorga.

8. Crisis del control aéreo. Pocos días antes de que Fomento alardease de inaugurar la mayor red europea de alta velocidad, el cielo español se vaciaba por el sabotaje colectivo de los controladores aéreos. A lo que el Gobierno respondió decretando y prorrogando el estado de alarma, con lo que convertía una crisis aguda en crónica.

9. Apertura del debate sucesorio. Ante la caída irreversible de los sondeos preelectorales, Zapatero optó por abrir una crisis de Gobierno delegando casi todos los poderes (excepto el de renunciar y disolver el Parlamento) en su nuevo valido Rubalcaba, nombrado de facto su albacea testamentario. Con lo cual se abre también la carrera para sucederle, ocupando su puesto de probable candidato perdedor.

10. Escándalo diplomático de Wikileaks. La revelación de los cables a Washington transforma el contenido de la prensa, que además de incluir informaciones (news) y opiniones (views), ahora pasa a publicar también filtraciones (leaks), con el evidente peligro de que estas se confundan con aquellas. Pero gracias a eso, los ciudadanos disponemos por fin de pruebas fehacientes sobre la agenda oculta de nuestros representantes, que vienen a desmentir sus declaraciones públicas. Y si no se les cae la cara de vergüenza es porque la tienen muy dura.

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