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Columna
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Feliz 2016

Hay momentos en la vida que uno ve acercarse con aprensión. Ese examen tan difícil, la operación largamente retrasada, la cita ineludible con alguien que nos cae mal, son fechas que arrostramos con un nudo en la boca del estómago. Pues lo mismo sucede con los años nuevos. Realmente, cuando uno piensa en lo que puede ocurrirnos en 2011, es como para tentarse la ropa. En España la crisis que no cesa: más paro, más sobresaltos de los mercados, más recortes sociales. Por desgracia, los ciudadanos ya hemos perdido la esperanza de que alguien haga algo y vemos las gesticulaciones de los políticos en la televisión como un guiñol irrelevante que ni siquiera resulta divertido. En la Comunidad Valenciana, lo mismo: el desempleo más alto de España, la cifra más elevada de endeudamiento público en términos relativos, un sistema educativo en la UVI, una sanidad en la que más vale que no tengas que pasar por la UVI.

Tal vez esperaban otra cosa, pero este no es un artículo partidista: los unos me parecen malos, los otros, peores. O al revés. Si se creen que a los ciudadanos nos importan un pimiento los comicios de mayo, están equivocados. Iremos a votar resignadamente, mas sin esperanza. Cuando no hay harina, todo es mohína, que dice el refrán. Pues esto es lo que pasa aquí. Puede que la absoluta incapacidad de nuestros gestores de la cosa pública sea simplemente un reflejo de la sociedad de la que han salido y que nos los merezcamos, no digo que no. Pero, así y todo, entre la gente de a pie abundan ejemplos de dignidad, honradez y espíritu de sacrificio que entre aquellos habría que buscar con lupa. Diputados que recortan las pensiones, pero blindan las suyas. Organismos que siguen enviándose cestas de Navidad mientras crece de forma exponencial el número de personas en la más absoluta indigencia. Comisiones corruptas millonarias en un país donde cobrar mil euros se ha vuelto un sueño imposible para los jóvenes. Es lo que tenemos y resulta estremecedor. Ya sé, ya: que las crisis son algo recurrente en la historia y que la mayor parte del mundo siempre tuvo hambre. Pero no así: dudo que exista una sola generación que de repente y sin comerlo ni beberlo se haya visto abocada a un panorama tan deprimente en comparación con el nivel de vida de sus padres. Lo increíble es que tampoco los veo con ganas de poner fin a este estado de cosas.

Este año toda la liturgia de Nochevieja tiene un gusto especialmente amargo. El presidente nos anuncia cinco años de polvo, sudor y lágrimas. ¡Ojalá se queden en eso! Casi parece una obscenidad desearles un feliz año, así que me hago a la idea de que, en vez de una hoja, paso un taco entero del calendario: feliz 2016.

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